[Escrito por: Moisés Panduro Coral].
Tal vez se haya preguntado, al igual que yo, si existe una definición exacta del amor. Puede que cuando consulte un diccionario, lea algún libro o revise en internet encuentre una que le agrade o que esté más cerca de su experiencia, de cómo esté moldeada su alma y hasta de sus expectativas, pero una rigurosamente correcta, justa, pura, le va a resultar tarea quimérica. A lo largo del tiempo, poetas, cantantes, escritores, políticos, científicos y gente común han intentado una definición y lo que han logrado son bellos poemas, hermosas canciones, éxitos de librería y un incremento exponencial del conocimiento humano; no obstante, el hecho de que cada día florezcan infinidad de versos, broten lindas canciones, se produzcan nuevas publicaciones o el cerebro humano engendre más ciencia, sólo evidencia nuestro empeño de lograrlo.
En la Biblia encontramos cómo es el amor. Los autores bíblicos que recibieron inspiración divina y el ejemplo trascendente del Hijo de Dios para redimir al hombre nos dicen que es sufrido, pasionario, sacrificado, es agonía sin nombre, cruz que se carga, calvario que se cruza, rechazo de vanidades, gozo de la verdad, creencia entera, oleaje eterno de misericordia, perdón y bondad. De allí que, visto desde la circunstancia humana, el amor parece una locura, en el apropiado y buen sentido del término.
“Es asombroso lo similar que es el patrón del amor al patrón de la locura”, dice el Merovingio en la película “Matrix Revoluciones” cuando Trinity le responde que no dude que daría la vida por Neo, el hombre del que está enamorada, lo que implica si es posible “acabar con todos” en una lucha con insignificante probabilidad de victoria que, además, supone peligro, incertidumbre, angustia, y aun, la muerte misma. Morir por otros, cargar una cruz que no es tuya, perdonar a quien te ofende, es para muchísima gente sobrepasar el límite de la cordura y adentrarse en el reino de la locura.
Amor y locura, sintomatologías virtualmente idénticas, pérdida de razón, obsesión por superar la separatidad que Erich Fromm en su obra “El arte de amar” señala como la necesidad más insondable del ser humano. Por algo será que, por lo menos en el castellano, entre ambas palabras existe una confluencia de dos vocales y una consonante que son sus elementos comunes; aparte de que “amor” empieza con la última letra de “locura”, o si prefiere, “locura” termina con la letra inicial de “amor”. Son como dos conjuntos de un mismo universo expansivo e incremental, que nunca dejarán de ser, que fluyen infinitamente, que van del alfa al omega, que estuvieron en el principio y estarán en el fin.
El amor, por eso, no puede ser definido. No es letra y tinta, ni cifras, ni gráficos, ni figuras. El amor es sentimiento, pasión, es una emoción humana (Neo en “Matrix Revoluciones”), y, las emociones no se definen, se sienten, se viven en cuerpo y alma, en el espacio y en el tiempo; nadie las puede describir en su plenitud, medir su intensidad, establecerle parámetros o ponerle condiciones. Cuánta razón tiene Víctor Raúl Haya de la Torre cuando dice que “cada quien ha de tener su forma de amar” (En “La Revolución Imposible” de Guillermo Thorndike), que amar es la más alta expresión de uno mismo, es preocuparse por dar más de lo que se recibe en una suerte de competencia de lo mejor que tenemos.
Pero si existe una manera simple,elocuente y sublimal que es el estar «locamente enamorado» para que las dos formas vivan felices.El amor..el amor..Que viva el amor!!.
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