Niños de protesta
En la esquina de las calles Trujillo y Alfonso Navarro Cauper, cerca de este diario, ocurrió ayer una insólita manifestación callejera, una asombrosa protesta cívica. La mayoría de manifestantes que salieron a la intemperie, con carteles en las manos, con coros de denuncia, con consignas reivindicativas, eran niños y niñas. Así como se lee. Infantes en edad de jardín, párvulos en sus primeros años fuera de casa. De esa manera, a tan temprana edad, cuando deberían estar entre juguetes o entre sus primeras lecciones, esas criaturas se vieron obligadas a tomar esa medida protestante debido al incumplimiento de una promesa del Gobierno Regional.
La promesa de levantar un muro en el jardín “Niños del Saber”. Esa simple pared anunciada, que no requiere de un sesudo estudio técnico, una cuantiosa inversión, no asoma por ninguna parte. Desde junio de este año la gestión regional mantiene en espera a los infantes de ese lugar. Los meses pasan y esa promesa parece un mal cuento, una pésima fábula. Como en la canción, a esa promesa se lo llevó el viento. Y los principales afectados son los niños y niñas que se cansaron de esperar con los brazos cruzados, y, con legítimo derecho, salieron a mostrar su protesta en forma civilizada y pacífica.
El insólito hecho de la manifestación infantil debería escandalizarnos. Porque una sociedad que maltrata a sus párvulos se condena al fracaso, renuncia al futuro. Nadie puede desconocer que los niños y niñas de hoy son el porvenir. E incumplir una promesa es alejar ese porvenir del destino de la ciudad. Frobel decía que todo niño quiere ser adulto lo más rápidamente posible. ¿Los infantes del jardín agredido ahora soñarán con alcanzar la mayoría de de edad o querrán quedarse sin crecer nunca como el personaje Oscar Matzerath?