Candidatos y sus líos judiciales
En nuestra bananera vida política hubo de todo. Desde candidatos que competían contra sí mismos y perdían como fue el caso de Pan grande, pasando por postulantes que confiaban en la velocidad del caballo para llegar primero con los resultados, hasta aspirantes al poder que compraban votos a precio de remate. Pero entre nosotros el que se lleva la palma de oro del bochorno, de la burla, es el siempre recordado y nunca bien homenajeado Leopoldo Charpentier. El mismo era un eterno candidato no a cualquier puesto. Sino a la magna presidencia del vasto país del Perú. Nunca ganó ni una visita a la casa de Pizarro, y hoy su empecinamiento delirante nos puede hacer reír a mandíbula batiente.
Lo que si no nos puede causar ninguna gracia es el menú actual de candidatos. Debería preocuparnos seriamente, debería hacernos pensar mucho antes de emitir nuestro voto, porque, Charpentistamente, tenemos en el partidor a una mayoría de aspirantes a altos cargos que tienen cuentas con la justicia. Es decir, viejos y nuevos políticos, con grandes ambiciones de ocupar los puestos claves del poder y del mando, hacen sus campañas bajo la amenaza de denuncias, de juicios, de órdenes de comparecencia. Es decir, no están libres de ser condenados, de sufrir, inclusive, condena de cárcel. Y, como si nada, como si la justicia fuera una broma, se presentan ante nosotros como libres de polvo y paja.
Desde luego, nadie puede ser acusado antes del veredicto. Todos pueden presumir de inocencia. Todos pueden salir absueltos de las acusaciones y denuncias que pesan sobre ellos. Pero eso es otro tema. Lo que importa es que el elector siente que hoy por hoy el piso político está viciado, poblado de dudas. ¿No sería mejor que los candidatos no tengan esas citas con la justicia, esos líos judiciales?