ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
He prestado arbitrariamente el título de una canción escrita por Raúl Vásquez para poner como título a estas palabras. Sirve ese préstamo para compartir “En el viejo tambo”, poema que escribió hace varios años Jorge Nájar. A ambos les he prestado porque la vida también es prestada. ¿Son los poetas, tinta comprometida? ¿Son los poetas aquellos que enamoran de día y viven de noche? ¿Aman la muerte porque aman la vida? ¿Dónde están los poetas de mil casusas perdidas? ¿Son los que reparten pronunciamientos en las casas de las queridas? ¿Son nuestros poetas defensores de damas y sombras malditas? Ahh, son los que siempre fueron la uva y también la zorra. Buscando que su Dios los bendiga.
La poesía no es solo escribir poemas, digo. Es opción de vida, es rebeldía. Es luchar por causas perdidas, aunque se pierda la vida. Es recitar a Heraud, sí, a Javier. Pero más que recitarlo es sentirlo y guardarle fidelidad. Escribir poesía es difícil, publicarlas aún más. Lo que es imposible es renunciar a la rebeldía. Se puede callar, en algunos casos. Pero jamás gritar lo que no se cree. Escribir poesía es encerrarse en uno mismo, digo. Salir a la puerta a gritar que uno es poeta, no va con los poetas, digo. Hoy, a la distancia, he visto cómo se han desgranado en mi tierra los de siempre. Los que nunca dejaron de existir a pesar que ya murieron en vida. ¿Me entienden? Porque hoy mi casa grande, mi chacra inmensa, se ha vestido de negro. No hay una sino muchas plañideras que no van a derramar lágrimas sino pelarán los dientes porque van a pelar la olla estatal. Solo, en una estación que no es ni otoño, menos verano, me refugio, una vez más, en la poesía. Rindo un homenaje a los poetas que nunca se rindieron. Nos falta poetas, poeta. Nos falta verso, señor, para desterrar a los conversos que van de la izquierda a la derecha con una facilidad lobista, me refiero a los lobos que se visten de oveja, digo. Por eso, antes que amanezca, les comparto esta poesía de un poeta.
EN EL VIEJO TAMBO (Jorge Nájar)
Si escuchas ladrar a los perros
cuídate / hijo / algo se pudre no lejos
Cuídate siempre de quienes callan
y asolapados dejan de ladrar en la oscuridad
Seguro que en el pudridero
se están hartando con los cuerpos arrojados
desde lo alto de las murallas
Parientes cercanos y distantes
una parte de ti mismo
Todos en la extrema estupidez
también ambicionaban otros cielos
lejos del viejo tambo yunga
que alguna vez nos dio cobijo
Cuídate / hijo / de las palabras sin mensaje