DÓLARES EN LA CAMA
En el país de los largos y tediosos feriados, del relajo laboral, de los cuatro días semanales perdidos en fiestas públicas, del entierro bajo, de la frecuente imitación del bayano y de otras evasiones, surge como cómodo anillo al dedo la última oferta de trabajo. Nunca antes nadie, en ninguna parte del mundo conocido o por conocer, ganó el molido durmiendo a piernas suelta, disfrutando de los descansados brazos de un tal Morfeo, que no es el nombre de un cantante sino la divinidad del sueño. Ahora cualquier hijo del vecino puede soplarse 18 mil dólares echado en una cama. El trabajo ideal tendría que llamarse a esa ganga del mercado.
Sucede que los muchachos de la Nasa, esos que buscan lugares en el espacio sideral como si en la tierra no hubiera amplios sitios despoblados, convocan a todo aquel ciudadano que se siente capaz de dormir, a la bartola, roncando o en silencio, pronunciando alguna frase o tan callando, para que le hagan algunos estudios pertinentes. En serio es la cosa, pero no todo es fácil ni en esta vida ni en la otra. El aspirante a ganar durmiendo no debe fumar ni frecuentar las drogas. Si tiene insomnio, si se levanta a cada rato a tomar agua o desaguar la vejiga, mejor que no se presente al concurso soñador. Lo único que tendrá que hacer el afortunado es echarse en una cama, día tras día, hora tras hora, hasta completar 3 meses. La única condición es que ponga los pies ligeramente más alto que la cabeza para facilitar la circulación sanguínea del cerebro, si es que tiene dicho órgano pesante o pensativo.
La vida es sueño, parecen decir ciertas personas que se levantan tarde, que duermen más de las 8 horas, que bostezan a cada rato, que se duermen cuando leen los diarios, que se quejan de la falta de sueño. Por ello creemos que muchos peruanos podrían hacer su billete durmiendo. El trabajo ideal ha llegado justo cuando en varios lugares de la tierra sigue incrementándose el ejército de desocupados, de mal pagados, de explotados laborales. Es de esperar que la Nasa aumente a todo el año, toda la vida, toda la eternidad, esa oferta de ganar dólares verdes durmiendo como reposados lirones.