Diario de invierno

“Diario de Invierno”, es una de las últimas novelas de Paul Auster que leía en ese tránsito de estaciones entre el invierno y la primavera, donde la vegetación poco a poco reverdece, a los árboles sin ramas le van creciendo lentamente las hojas, en que los amaneceres son cada vez más tempranos. A veces, como no, cobijándome previa taza de té de escaramujo en la mano, y otras en camisas de manga corta y bebiendo un buen gazpacho, el tradicional porqué el gazpacho suave se siente a nada. Y la sugerencia de S [admiro su buen humor] es de dar una vuelta por El Retiro, escuchas el estallido de la naturaleza y te transmite calma. La novela de Auster la leía con cierta distancia porque aborda el invierno de las personas y percibía unos gramos de pesimismo que me escocía. Es esa estación donde te permites hacer el balance de tu camino dejado atrás. Como cuando miras por el espejo retrovisor la carretera que has pasado [pueden ser los sueños, proyectos truncos, desamores, aventuras juveniles, credos universitarios entre otros] y que muchas noches me viene también en la cabeza y me ancla en un afilado insomnio. El libro es un repaso por la vida del narrador que se entremezcla con la vida del escritor Paul Auster. Sentía en muchas de sus páginas una suerte de testamento literario, otras una sustanciosa autobiografía [a mi parecer casi todas las novelas son autobiográficas porqué pasan por la vida del autor], su vida la ha transformado en literatura. Por ejemplo, el encuentro mágico [de azar] con su segunda mujer [que también es escritora] luego de un primer matrimonio magro, su paso por las calles de París, su hija – la actriz y cantante Sophie Auster, la relación con su madre, su padre, los amigos ¿es un ajuste de cuentas? Diría que no, me inclino más por un arqueo por la ruta emocional de este escritor.

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