Escribe: Róger Rumrrill desde EE.UU
No hay ninguna duda y esta afirmación es incuestionable e irrebatible: de la buena salud de la Madre Naturaleza depende la buena salud del ser humano y de todos los seres vivos que habitan el planeta Tierra.
Porque tal como señalan los científicos, el arrasamiento de los bosques, la contaminación de los mares, ríos y lagos, el uso de tóxicos en la agroindustria y la destrucción y alteración del hábitat de los seres vivos, está también generando mutaciones en los virus, multiplicándoles y haciéndolos más agresivos.
Es el caso de la pandemia del coronavirus que ha creado pánico en el mundo con consecuencias fatales para la vida humana, pero también en la economía, en el orden social y en todos los aspectos de la sociedad global de la segunda década del siglo XXI.
Al respecto, se señala que es posible que el origen del coronavirus-de acuerdo al experto Andrés Kogan Valderrama-sea una sopa de murciélagos consumida por ciudadanos chinos. Pero el problema de fondo va mucho más allá del consumo de animales silvestres. El tema de fondo pasa por la “ destrucción del hábitat de los seres vivos por la agricultura industrial lo que genera las condiciones para las mutaciones aceleradas del virus”, sostiene la investigadora Silvia Ribeyro.
Del mapa de la pobreza a la pobreza del mapa de la naturaleza
El último informe del mapa de la pobreza elaborado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) del Perú corrobora lo que venimos sosteniendo: de la buena salud de la naturaleza depende la buena salud humana y de su buen uso, respetuoso y sostenible, depende la calidad de vida, el bienestar, la prosperidad y el desarrollo.
De acuerdo al mapa de la pobreza elaborado por el INEI que la abogada y parlamentaria Mirtha Vásquez analiza para el caso de Cajamarca, de los 22 distritos más pobres del Perú, 16 están en esa región y de éstos, 10 están localizados en el área de influencia de uno de los mayores proyectos de minería aurífera del mundo: Conga.
Seguramente los lectores se estarán preguntando por qué en una de las regiones de mayor riqueza aurífera en el Perú y en el mundo están-cruel paradoja- los distritos más pobres del Perú.
Hay varias causas, además del enorme costo ambiental que el extractivismo minero ocasiona en la salud humana, el vital recurso acuífero, en los suelos, en la agricultura, como es el caso de Cajamarca.
Parafraseando una célebre frase atribuida al naturalista Antonio Raimondi, se puede afirmar que “Cajamarca es un mendigo sentado en un banco de oro”. Solo que se está quedando sin el banco de oro. Veamos cómo y por qué.
Tal como señala Mirtha Vásquez, desde los años noventas del siglo pasado, el gobierno de Alberto Fujimori Fujimori otorgó a la actividad minera generosos y dispendiosos beneficios: exoneraciones tributarias, regalías y una serie de gollerías más. Las mineras, además, inventaron estratagemas para evitar pagar lo poco que deberían pagar al Estado: exoneraciones por reinversión de utilidades; devolución del Impuesto General a las Ventas (IGV) por compras, entre otras leguleyadas.
Gracias a estos generosos “incentivos”, el Estado peruano dejó de recaudar 609 millones de soles en la última década. El gobierno de Martín Vizcarra acaba de prorrogar por tres años más varios estos beneficios.
Lo que el Estado peruano, según Mirtha Vásquez, dejó de recaudar solo por cuatro de estos dadivosos obsequios equivale a todo el presupuesto del Sistema Integral de Salud (SIS) para 500 mil beneficiarios en una década.
El aporte de la minería a la recaudación peruana es solo del 3%. El más bajo en 12 años. Pero el banco de oro ha sido llevado a sus arcas por la Newmont Mining Corporation de EE.UU, la mayor empresa de minería aurífera del mundo, y el costo ambiental y de la salud ha dejado a miles de cajamarquinos enfermos y pobres.
El cambio climático es más mortal que el Coronavirus
Durante la conferencia de presentación del informe sobre el estado del clima, el 10 de este mes en Nueva York, el Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, lanzó una frase que los medios internacionales por algún motivo casi lo han silenciado: el cambio climático es más mortal que el coronavirus.
Y se refería naturalmente a todos los extremos climáticos que en su mayoría son provocados por el hombre y que están ocasionando y originando el calentamiento ambiental y el cambio climático como la peor amenaza para la especie humana.
Guterres dio algunas cifras que deberían provocar más pánico que el coronavirus (pánico generado por los grandes medios y que serían parte de una estrategia económica, política, geopolítica y bélica). Dijo que la década 2010 -2019 fue la más cálida jamás registrada en la historia humana; que las emisiones en el 2019 alcanzaron un incremento del 0.6 por ciento; que los océanos están más cálidos y ácidos; que un millón de especies están en peligro de extinción y que los impactos climáticos sobre la biodiversidad y la salud humana, así como la alimentación, serán devastadores.
Por su lado, el Director General de la FAO,José Graciano Da Silva, en un reciente informe ha formulado la dramática advertencia de que con la destrucción de los bosques y todos los procesos que afectan a los recursos naturales, la mayor desigualdad económica y social y el cambio climático, será imposible acabar con el hambre el año 2030, la fecha en que se vencen los Objetivos del Milenio.
Estamos advertidos. Sin una buena salud de la naturaleza no habrá buena salud humana.