ESCRIBE: Walter Ccopa Aparicio (periodista y abogado)

Desde Lima, Perú

 

A pocos meses de las elecciones generales, el presidente Francisco Sagasti inicia una gestión de ocho meses en medio de un ambiente crispado y tras el cambio de tres jefes de Estado en línea sucesoria, acusados por corrupción y abuso de poder.

 

Todos esperan que Francisco Sagasti tenga éxito en su gestión. Por el bien del país, que así sea. El problema es que su gobierno, aunque corto, se encuentra en medio de un proceso electoral. Las primeras escaramuzas ya las ha experimentado el propio Sagasti durante las conversaciones en busca de consensos y que, finalmente, derivaron en su elección en el Congreso. Hubo que superar escollos y emboscadas políticas.

 

No será un camino con flores y cánticos, pese a su auspicioso tránsito a Palacio de Gobierno. Junto a sus ministros tendrá una tarea con trompicones. Para alcanzar metas básicas y de significancia social será necesario el apoyo de la ciudadanía (ya la tiene) y, sobre todo, del compromiso que puedan asumir los actores políticos (representantes de los partidos en competencia electoral), que pasa por despojarse de preferencias y colores, sin abdicar a toda acción de fiscalización.

 

¿Será posible? O es solo un sueño. Dependerá mucho también del propio comportamiento y acción del presidente Sagasti que, esperemos, sea con independencia y margen de distancia de su filiación partidaria. Así lo ha prometido. La administración pública de un país va más allá, en procura del bien común. Sin embargo, todo lo que haga, bien o mal, repercutirá en la campaña del Partido Morado, riesgo que han decidido correr sus dirigentes.

 

Es cierto que los principales partidos políticos que promovieron las últimas vacancias presidenciales han sufrido un severo revés político, pero lo que también es cierto es que no tardarán en volver a la carga, apurados por los plazos electorales y el ánimo de sacar réditos políticos de la acción gubernamental. Esto, aunque sus líderes hayan expresado que le desean a Sagasti el mayor de los éxitos y hasta le hayan prometido el apoyo de sus agrupaciones.

 

Puede que haya alguna exageración en esta apreciación. Pero, vaya uno a saber las formas de actuación de “políticos” -metidos por la ventana en Política, con intereses subalternos-, que lo único que mantienen firme es el incumplimiento de sus compromisos y una manifiesta afición por el ejercicio de la traición. Han demostrado que si algo que promueven con entusiasmo resulta descabellado y perjudicial, quieren luego aparecer como los principales opositores de tal obra, sin ninguna enmienda.

 

Todo es posible, es cierto. El cambio, también. El Perú está primero. Así lo espera el Perú del Bicentenario. La ciudadanía, sobre todo los jóvenes, han mostrado en plazas y calles que no se ha perdido la capacidad de indignación frente a todo acto de corrupción y abuso del poder. Los peruanos no pierden la esperanza de un mejor país, para todos. La política debe servir para alcanzar este fin esencial.