DECRETO DE URGENCIA

En esta urbe de marras, donde todo el mundo hace lo que le da la regalada gana, estamos a favor de la disposición de la empresa Electro Oriente de prohibir que en los gallardos postes de luz se pongan carteles, avisos, propagandas, libros de recomendaciones, planes de gobierno, obras no publicadas, mapas de la región o del mundo, gigantografías con féminas en paños y pañuelones menores. Los postes de luz son parantes sagrados. Por primera vez le damos la razón a los muchachos de uno de los servicios públicos más deplorables de estos pagos. No es que nos hayamos vuelto, de pronto, mermeleros o ayayeros o partidarios de la franela o el mantel o el trapo. Sucede que siempre hemos creído que los postes de luz son territorio liberado del alumbrado público, cuando hay.

Porque basta recorrer algunas calles de esta ciudad de sombras nada más, como en el viejo bolero nada tabernero, para contar la cantidad de focos apagados, a medio funcionar, deficientes por donde se les mire, que abundan como una anticipación de los infaltables apagones. Desde luego, la culpa de que esos focos anden mal es del vecino, de la vecina, de las suegras, de Tarzán de los monos y las monerías, del quién sabe señor. El famoso alumbrado público también es entonces un terrible dolor de cabeza que no se cura ni con la decapitación a machetazos. De manera que, como contrapartida, ordenamos a la dichosa empresa que nosotros, los pobres usuarios, los que pagamos el pato y la gallina, los que maldecimos a cada rato en las tinieblas, los que ya no sabemos qué hacer, decretamos la sumaria prohibición de los apagones. No deliramos, ni hemos fumado algún cigarro alucinante.

Es un acto de desesperación, pues nos angustian los apagones que se alejan un rato, pero que regresan como furias desatadas. Por otra parte, en el mundo de hoy la horizontalidad es una búsqueda con futuro. Una de las claves del mañana es que los colectivos sociales tenderán a agarrar protagonismo. Para frenar los abusos y los maltratos del que son víctimas las personas de ambos sexos que se acostumbraron a sufrir con las mandíbulas apretadas. El día que en Iquitos se funde el gremio contra los apagones, poderosa central a favor de la luz, la cosa tendrá que cambiar.  Nosotros solo, con nuestro decreto de urgencia, nos hemos adelantado a esos tiempos que, ojalá, no tarden una eternidad.