De provinciano a explotador
– La historia de Los Añaños cuando se trata de huelgas
Los Añaños son una familia que se apoderado de gran parte del mercado nacional de bebidas e incluso han incursionado en varios países de América del Sur, Centro y han llegado hasta el Asia. Esta familia que aprovechó la desconexión que provocó el terrorismo para creativamente empezar elaborando refrescos en las alturas de Ayacucho, para luego dar el gran salto masivo en esta producción es uno de los modelos exitosos más estudiados en las universidades más caras del Perú.
No son pocos los estudiantes que han reflexionado de cómo unos provincianos astutos llegaron a constituirse en una de las familias más prósperas de la región. Y no nos referimos al país sino a Sudamérica y sus más de 20 países donde están presentes. No pocos alaban su estructura de modernización en la administración de su empresa, la forma equitativa y competitiva en que los hermanos se han repartido los mercados de América y Asia y de cómo experimentan y estudian los mercados para poder introducir sus productos con bastante éxito en la región.
La mayoría de provincianos se sienten orgullosos seguramente de cómo el ímpetu y la constancia se pueden convertir en millones de dólares. La otra cara de la moneda de esta prosperidad, sin embargo, y como siempre suele suceder son sus empleados. Los Añaños deben ser los más felices con las reformas laborales que se iniciaron en los 90. A pesar de proceder de la región más golpeada por la violencia terrorista, seguramente tendrán un corazoncito fujimorista muy recóndito que ha convertido su espíritu emprendedor en un anagrama cuando se trata de pagar a sus trabajadores.
Y de esas artes laborales de los 90, que flexibiliza los derechos en aras de la inversión han abusado. Sus trabajadores de una parte de este conglomerado como son Industrias San Miguel en el sur han paralizado varias semanas y por más que pidieron 10 soles de aumento e intentaron conciliar, la empresa de los Añaños no ceden. El Ministerio de Trabajo ha propuesto un aumento de 3 soles y ellos, incólumes e intactos que le da su poder aristocrático andino no quieren cumplir.
Dividen a los trabajadores fomentan un sindicato paralelo y ahora último los acusan de exagerados por hacer la parodia de crucificarse en un intento desesperado de despertar la sensibilidad de sus patrones y sobre todo de la gente que normalmente consume estos productos.
Un esfuerzo que imaginamos no tendrá mucho éxito porque el espíritu de los ciudadanos en el Perú aún no es tan plural ni cala tanto como para decidir no comprar estos productos sólo por favorecer a sus empleados mal pagados. Sí, mal pagados, porque ganar el sueldo mínimo durante años es volver miserables a la gente que produce millones en botellas lo que un día Añaños padre cargaba en burros y botellas prestadas de cerveza a las provincias altas de su natal Ayacucho.
Aún más, en tono de burla los empleadores que su vez son empleados no sólo amenazan con despidos sino que advierten que, de prosperar esta campaña para no comprar las gaseosas KR, Oro, Cielo, Sporade y Pulp etc… los mayores perjudicados no serán ellos sino los 1500 trabajadores que dependen de ellos. Es decir, ya tienen suficiente dinero cómo para poder perder unos centavos en la producción de un unas cuántas ciudades que actualmente no representan importancia en su mercado.
No se trata del complejo del cangrejo en el balde entre los peruanos que, cuando uno quiere salir adelante el que está abajo lo jala para que no triunfe, se trata del provinciano que no le importó crecer a cuesta de sus paisanos y dejarlos en el balde para luego convertirse en el abanderado del desarrollo nacional en el exterior, mientras tanto su gente se sigue crucificando.
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