Escribe: Percy Vílchez Vela

En la agenda de desaciertos regionales figura el no hacer nada, el dejar que las cosas ocurran. Ello sucede siempre con el fenómeno natural de la creciente. Todos los años es lo mismo. Pese a que la inundación se repite cíclicamente, se  espera hasta el último momento, cuando las papas queman, para hacer algo. Como consecuencia de ello, la creciente es un verdadero caos. Este 2015 las cosas serán como otras veces. Ello es un grave error que de todas maneras hace que sigamos en los grilletes del subdesarrollo.

 

 

El reciente desborde del Huallaga, hecho evidenciado por el SENAMHI, es,  más que un episodio ocasionado por las lluvias en las cabeceras de dicho río, un aviso, una alerta. La advertencia de que la inundación en la región Loreto ya ha comenzado. Comenzado con un desborde que afecta a los poblados y los moradores de Alto Amazonas. La prueba irrefutable de que viene la creciente está allí, ante nuestras narices y que sepamos nadie se ha dignado tomar las medidas pertinentes para evitar que la inundación que se viene sea una tragedia.

 

El río Huallaga se ha desbordado en este 2015 y de todas maneras, dentro de poco,  otros ríos selváticos comenzaron a crecer y a desbordarse. Ello es un suceso inevitable que se repite todos los años. Nunca se han tomado las medidas correctivas o pertinentes para hacer más llevadero a ese fenómeno natural. La creciente siempre avisa con anticipación y los que están en el poder en las distintas entidades actúan como si oyeran  llover. No hacen nada para anticiparse a ese fenómeno.  Siempre  esperan la hora  nona, la hora agónica, el momento culminante,  para tratar de remediar las cosas. Así toda creciente es un vendaval que tiene muchas víctimas  a lo largo de los años.

 

Es una perniciosa costumbre que no exista un plan de contingencia contra la inundación y que las autoridades esperen la llamada de atención, la pataleta popular  o la protesta puntual,  para acudir a los lugares inundados. Y las soluciones que inventan son precarias, asistencialistas, efímeras, ocasionando gastos increíbles que después no dejan ninguna huella. Es como si se invirtiera en el vacío, en la nada. Es decir, se privilegia la improvisación, el gasto dispendioso y nunca  se busca una solución integral para un problema que ocurre todos los años.

 

En este mes de noviembre del 2015 el río Huallaga se ha desbordado como tantas otras veces, dando inicio oficialmente a la inundación en la Amazonía. Que sepamos nadie ha dicho esta boca es mía para poner en marcha un programa en contra de ese hecho natural. Para contrarrestar sus desmanes sería conveniente tener un mapa de las zonas afectadas y no pensar solamente en la atención de emergencia,  sino en políticas de reubicación de las zonas bajas hacia las zonas altas de la ribera. Eso se hacía antes para evitar de una vez por todas los males que traían consigo las inundaciones.

 

La creciente tiene su historia como todo en la vida. Esa historia nos indica que nuestros antepasados nunca eran sorprendidos por ese fenómeno anual. Desde antes de que se desbordaran los ríos tomaban sus medidas y en tiempos de creciente la vida continuaba sin trabas o desgracias. La costumbre de controlar a la inundación se perdió en tiempos de la migración hacia las ciudades cuando poblaciones enteras hacían y hacen sus viviendas cerca a las orillas de los ríos.

 

En otra parte hemos citado al padre Samuel Fritz que por desconocimiento fue sorprendido por la creciente y se quedó flotando en una barbacoa durante 3 meses. Estaba enfermo y no pudo buscar un mejor refugio contra las aguas alzadas. Así, como el jesuita,  parecen flotar ahora nuestras autoridades que siempre son sorprendidos por la inundación de todos los años. Desde sus barbacoas solo atinan a lanzar parches gastando ingentes cantidades de dinero. Así cada año, mientras los problemas de la población aumentan considerablemente.