La relación de Isla Grande con la memoria histórica y urbana no ha sido fácil. Los habitantes de esta ínsula extraña en el bosque tienen memoria corta y de olvido. Recuerdo que a través de intensas persuasiones se llegó a declarar el centro o la almendra de la ciudad como zona monumental, es decir, que en esa área existen bienes culturales que tienen protección legal. No era baladí la declaración jurídica, era para preservar un momento histórico determinado de la vida de la ciudad. Esos bienes culturales son, por ejemplo, la arquitectura que se vivió en una determinada época que por razones históricas y de belleza del entorno, y en lo posible, esta debe ser inalterada, al menos, por las manos de los humanos. Pero esta declaración de zona monumental ha sido un incordio para la población que vive en esa zona. En una mala interpretación del concepto de propiedad (y de cierto alpinchismo, muy amazónico, por cierto) han hecho uso y disfrute de la propiedad diciendo: “es mi propiedad y hago lo que me sale de la punta de los pies. El resto me importa una guaba”. Uno de los usos y disfrute de la propiedad tiene que ver con el ámbito social sociales. Como propietario no puedo comportarme al margen de los vecinos o de lo que disponga la autoridad y la ley. Hay límites. Dentro de esos límites del uso de la propiedad está, justamente, la declaración legal de zona monumental. Es decir, sí necesito construir tal o cual casa o edificio, necesito como imperativo legal, el permiso de la autoridad competente. De no hacerlo, me trae consecuencias jurídicas. Por ejemplo, sí he construido en la zona monumental sin cumplir con las disposiciones de esta la pueden destruir y, sin obviar, la consecuente multa. Aquí en Madrid vivo en la almendra de esta ciudad. He visto construcciones nuevas levantarse una tras otra y las construcciones, por lo general, cumplen con las disposiciones de respetar el entorno arquitectónico de la zona. Así de claro. Pero en Isla Grande nuestra cultura legal es muy débil por eso se vale de las interpretaciones perniciosas. Así al mirar el diario Pro y Contra me encuentro con la ingrata  y horrísona imagen que entre las calles Nauta con Fitzcarrald han construido una mole espantosa de color negro que es un insulto agravado a la estética, una grave lesión a la declaración de zona monumental, y por qué no, una afrenta a la razón. Sí queremos a nuestra ciudad que tanto nos llenamos la boca, hay que movilizarnos por este atropello urbano. Pidamos a la autoridad competente actué con todo el peso de la ley. O en su caso, el propietario se retracte y cumple con las disposiciones legales. No podemos permitir tamaño despropósito.

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