En España las campañas electorales suelen ser muy aburridas, sosas hasta el empacho. Es un claro síntoma de la calidad de esta democracia. El otro extremo es Perú y alrededores donde el pícaro o pícara es el que se lleva las palmas con sus tretas y la calidad de la democracia deja mucho que desear. Pero aquí los candidatos no hablan, se esconden. Bueno, al menos es la estrategia del actual gobierno conservador, estoy seguro que un gobierno socialista de centro derecha también lo haría como el PSOE. Los ministros y demás acólitos de sus partidos no hablan, se callan. Se han cocido la boca. Esa es la estratagema. Los que hablan son los datos, ellos hablan por sí solos. “España va bien, hemos salido del hoyo”. El turismo es la maquinaria que nos sacará del túnel y todos los días por la tele te rellenan de datos y más datos (se parecen a las estadísticas sobre el sexo, nadie las cree), el empleo se ha reducido (a pesar que cada vez este empleo precario). Aquí el gobierno en contubernio con los medios de comunicación hace su propia fiesta al elector/electora promedio. Hay que pasar datos aunque estos no se entiendan, que importa. Así cuando uno amanece tienes un alud de información estadística de lo bien que va el país. “Esta guay, fenomenal”. La gente ha gastado más en esta semana santa, ha roto la hucha y tiene confianza en la economía. Esas medallas son del gobierno. Hala, el milagro económico ha vuelto. Este escenario ilusorio contrasta con la economía doméstica y real, que hay una alta, altísima tasa de paro, que la economía de las familias no mejora, que la calidad de la sanidad está cada día peor por el virus privatizador de sus gestores, que la educación pública se va al traste por un pésimo manejo de los políticos que quieren dejarlo todo en manos privadas o concertadas. Pero el país ha encontrado su rumbo, lo dice sin rubor un líder político implicado en corrupción y que tiene las riendas del gobierno.
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