El Dengue en campaña
– La administración pública y cargos de confianza sufren de una epidemia incurable
La administración pública ha soportado desde hace décadas una epidemia casi letal para su prestigio ante la sociedad lo que causa que todo mundo le falte el respeto y se advierta que ingresar a la administración de las cosas del Estado es para caer inevitablemente enfermo con esta epidemia de la corrupción. En todos los niveles, en todos los poderes y en todas las campañas electorales.
En estos últimos días se observa como saltan los casos de corrupción, asesinato, agitación, y un sin número de características que hacen de los candidatos sean permanentes sospechosos de querer llegar a la administración pública para engalonar aún más su vida o de querer coronar su legajo o simplemente porque es lo único que saben hacer.
Entiéndase por administración pública todos los estamentos donde participa el Estado. Desde la administración de justicia (sea fiscal o judicial) hasta las decisiones de turno del gobierno, ya sea nacional, regional o municipal. Los candidatos de todas las tiendas políticas ocupan las primeras planas políticas – policiales y abren los noticieros porque muchos estaban acusados de explotación sexual, otros con procesos abiertos por corrupción o disturbios, o muchos son conocidos como tránsfugas (el caso del Partido de Castañeda es un caso ya paranormal en este punto).
Es sorprendente como un mínimo trabajo de la prensa puede hacer saltar los muertos que muchos tienen el closet. Sin ir a los casos patéticos que vienen utilizando a los artistas homosexuales o cantantes huachafos con el único interés de tener algo de exposición o de disminuir el gasto en contratación de payasos a la hora del mitin.
¿Es algo de la civilización del espectáculo?, de las formas primarias de cómo se acomoda nuestra sociedad tan banalizada a un factor que siempre ha existido pero que ahora ocupa dos tercios de nuestra percepción como es el espectáculo barato y degradante, o es sólo el afán y la desesperación por continuar o poseer algo de poder y continuar con el festín que significa apoderarse de algo de la administración pública o finalmente es el dengue de la corrupción que ataca por campañas y con mayor intensidad y a veces hace que todas los deseos o ansias de ver como las cosas mejoren se vean desbordadas porque simplemente es inmanejable la plaga, es catastrófica ante nuestras escasas posibilidades y esperamos que pase arrasando todo para después sólo contar los muertos públicos con resignación.
Pero sospecho que estamos asistiendo sólo a la primera parte de lo que será una mayor banalización aún del descaro y la conchudez, pues estos que elegiremos dentro de unos meses tienen la excusa de expresar que “el pueblo los quiso” adquiriendo su inmunidad popular y una vieja manera de justificar su descaro.
Si al menos cuando llegaran a la administración tuvieran el decoro de elegir con buen dedo gente que pueda hacerles de pararrayos decente o medianamente inteligente, en algo se justificaría la estrategia sinuosa de utilizar al espectáculo y la degradación como un mecanismo eventual, pero no, por eso observamos que las primeras contrataciones en los organismo públicos son deleznables. (casos saltan a la luz por decenas con nombre y apellido en todas las ciudades que al lleras hace pensar que los locos no son ellos sino el resto de la gente) Funcionarios procesados por hechos y delitos evidentes. Hay un afán de caer en la chatura más ruin sin perjuicio de lo que diga la gente.
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