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ESCRIBE: Luis Salazar Orsi

UNO

En el mes de setiembre de este año se cumplió el primer centenario de la publicación de Trilce, poemario de César Vallejo, el segundo que publicaba, después de tres años de haber salido a la luz Los heraldos negros, en 1919. El poeta contaba en ese entonces con treinta años de edad. Fue impresa en los Talleres de la Penitenciaría de Lima, con una tirada corta de doscientos ejemplares. Comenzó a circular en el mes de octubre de 1922, es decir, hace exactamente cien años.

Vallejo pagó el costo de la edición, de 150 soles, con el monto del premio que había ganado en diciembre de 1921, en Lima, en un concurso literario organizado por la sociedad cultural Entre Nous, con el sobrecogedor cuento denominado Más allá de la vida y de la muerte.

Trilce está compuesto por 77 poemas sin título, numerados con dígitos romanos. En 1992, Manuel Velázquez Rojas, doctor en literatura y minucioso investigador de la obra vallejiana, quiso rendir homenaje a Vallejo, en el centenario de su nacimiento, publicando también un libro con 77 poemas. Cierto día de aquel año, suspirando y sonriendo al mismo tiempo, me dijo que había desistido del intento, por considerarlo un esfuerzo titánico de creación literaria.

DOS

Gran parte de la obra fue escrita en la cárcel de Trujillo, donde Vallejo estuvo recluido injustamente durante 112 días, desde el 6 de noviembre de 1920 hasta el 26 de febrero de 1921.

El libro no fue entendido por la crítica de entonces, con excepción de unos pocos, como el trujillano Antenor Orrego, que escribió un extenso prólogo de dieciséis páginas.

La obra pasó inadvertida, incomprendida y vilipendiada y permaneció en el olvido hasta que, en 1930, fue publicada en España, con prólogo de José Bergamín y un poema de saludo de Gerardo Diego, que dio inicio a su cabal valoración.

Es sorprendente constatar que aquel mismo año, fueron publicadas dos obras relevantes de la literatura universal, que, como Trilce, cambiaron completamente la noción de la literatura imperante en la época. Estas fueron Ulysses, de James Joyce, y Tierras baldías, de T. S. Elliot.

TRES

Sabido es que Vallejo tenía dudas sobre el título que debía llevar el libro. Entre los títulos que barajaba el poeta se han documentado dos: “Cráneos de bronce” y “Nómina de huesos”. El poeta estaba indeciso, asimismo, sobre el nombre que debía usar él mismo para firmarlo. Se había decidido firmar con la expresión César Perú, quizá por semejanza con el escritor francés Anatole France, muy famoso y admirado en aquellos años. Al ser objeto de burla por sus amigos, Vallejo desistió pronto de aquellas extrañas ideas. Finalmente, decidió titular su libro con un término totalmente extraño: trilce. Sin embargo, hasta hoy nadie sabe por qué el poeta utilizó tal término para titular su obra; tampoco se sabe con certeza si posee algún significado. A pesar de ello, el adjetivo trílcico, ha pasado a la lengua castellana con el significado de enrevesado, incomprensible, enigmático. El poeta firmó el libro de esta manera: César A. Vallejo.

CUATRO

Por otra parte, considero que es muy significativo, para la cultura y las artes plásticas de Loreto y el oriente peruano, el hecho de que aquellos años eran amigos cercanos en Lima el poeta santiaguino César Vallejo Mendoza y el pintor loretano Víctor Morey Peña. El poeta le pidió a su amigo hacerle un retrato y el pintor accedió. Esta es la razón por la que la edición príncipe de Trilce, es decir, la primera edición, de setiembre de 1922, lleva en la portada un excelente dibujo a tinta de la cabeza de César Vallejo, de frente, ejecutada por Víctor Morey Peña. Con toda soltura, en la parte superior representó el pintor la cabellera abundante del poeta y su amplia frente, mientras da término al dibujo, por la parte inferior, con un tridente conformado por las dos puntas del cuello de la camisa y el extremo de la corbata.

CINCO

El poeta y periodista peruano Pedro Escribano, en reciente artículo publicado en el diario La República, de Lima, página 21, del 29 de setiembre, afirma que Trilce es “el libro más rebelde del Perú, en espíritu y lenguaje poético. Acaso el más rebelde en todo el idioma español”.

También ha sido considerado, en virtud “a sus audacias lexicográficas y sintácticas, como una obra capital de la poesía universal moderna y obra cumbre de la Vanguardia poética en lengua española”.

Para nosotros, lectores empedernidos de la obra de Vallejo, Trilce es libro de cabecera, acompañado por amplias resonancias del ser perulero, inéditas profundidades existenciales y admirables ternuras bucólicas.

SEIS

En Lima, donde Vallejo vivió casi como un desconocido, la Biblioteca Nacional ha organizado el evento “Contra todas las contras: cien años de Trilce”, con una muestra puntual de libros y documentos originales sobre la obra vallejiana, y en París, donde César Vallejo acunó sus más angustiosas caídas y sopesó sus más altas alegrías, se celebrará esta efeméride con una mesa redonda en la Casa de América Latina, el sábado 15, y con una romería al cementerio de Montparnasse, donde reposan sus restos, el domingo 16 de octubre. En ambas ceremonias será entonado el Himno a César Vallejo, compuesto en 1991 por el autor de esta nota.

SIETE

Para terminar, los lectores desean regalarse con un bocado del especialísimo y prominente aradú de Trilce. Accedamos, con uno de aquellos acerados poemas.

Hay un lugar que yo me sé

en este mundo, nada menos,

adonde nunca llegaremos.

Donde, aun si nuestro pie

llegase a dar por un instante

será, en verdad, como no estarse.

Es ese sitio que se ve

a cada rato en esta vida,

andando, andando de uno en fila.

Más acá de mí mismo y de

mi par de yemas, lo he entrevisto

siempre lejos de los destinos.

Ya podéis iros a pie

o a puro sentimiento en pelo,

que a él no arriban ni los sellos.

El horizonte color té

se muere por colonizarle

para su gran Cualquiera parte.

Mas el lugar que yo me sé,

en este mundo, nada menos,

hombreado va con los reversos.

Cerrad aquella puerta que

está entreabierta en las entrañas

de ese espejo. —¿Está? —No; su hermana.

No se puede cerrar. No se

puede llegar nunca a aquel sitio

do van en rama los pestillos.

Tal es el lugar que yo me sé.