Percy Vílchez Vela, poeta amazónico.

Por: Gerald Rodríguez N.

Actualmente, tal y como ocurrió en la modernidad, el mundo está necesitado de respuestas profundas que cuestionen al hombre completo y su modo de vida. Igual que en la época moderna, la manera de entender el mundo actual está cambiando, proceso en el que juegan un papel fundamental los medios de comunicación, la publicidad e incluso el arte, pudiendo disolverse en ocasiones la importancia del ser humano en dichos procesos burocráticos e informativos. Desde la poesía de Percy Vílchez Vela (Panguana, 1960) lo que se busca es que el ser humano no se deje llevar por la apatía existencial ni sea aplastado por los diversos elementos sociales, para ello investiga sobre la teoría y práctica poética, sobre el ser y el hacer de la poesía, sobre la creación y la crítica, sobre lo sagrado y la ruina, desde los rituales de la súplica. Percy está en la búsqueda de un lenguaje bello y adecuado, capaz de transmitir lo existente y su sentido, intentando llevar la palabra hasta los límites de lo sagrado, la palabra que hace habitable el mundo, hasta lograr una poesía que sea vida.    

Adentrado hasta sus raíces territoriales, hasta sus raíces amazónicas, hasta sus raíces sagradas, Mural de las aguas (Tierra Nueva, 2019), significa la ruptura definitiva con una poesía sin fuego, obscena y cadaverística, y refunda el valor de la misticidad, desde las raíces oriundas de un río, de un viaje, de un peregrinar, de un universo llamado Perú amazónico. La poesía de Mural de las aguas afianza la seguridad de su originalidad, con mucho valor, al unir la poesía, la religiosidad oriunda amazónica y la reflexión social. Dentro y fuera del bosque sagrado, que es la Amazonía, la poesía de Mural de las aguas no pretende ser una escuela poética, que más bien crea un aparato espiritual desde la poesía, incluso el lenguaje que es cuestionador, y que tiene como objetivo comunicar un aparato altamente sensible como es el pasado, el Perú, la Amazonía, reducida a un solo verso, a un sentido poético, resumido a una palabra que signifique todo el universo amazónico y peruano “¿En esa roca saliente que se inclina al vacío,/asido de trompa, de las solapas,/expuesta a las inclemencias,/las sequias de cada año,/podría vivir mejor que en el Perú?”. La forma novedosa de abordar al Perú desde la poesía, con ese impecable carácter espiritual, y que desde ese lado del poema lo que se busca es ser más que ser coherente con la realidad, es la misma poesía aborda un fondo y una cuestión sagrada como lo es el tiempo.  El valor de Percy es haber comprimido toda la Amazonía en un poema, en un largo poema que no deja de escribir, que no deja de explorar, que no deja de refundar, que no deja de cantarnos, mientras peregrina por el pasado horrendo, por el presente cuestionable, por el futuro aberrante, Percy es un poeta de alta sentencia poética, de alta lógica artística, en una ciudad como peruana, ciudad que es un argumento tedioso, “He de dejar, oh ciudad Caral, como legados/mi nombre en tus atrios,/mis huellas personales en tu anfiteatro,/el número que calzo, la ropa que visito/mi O5273O93”. Disociando la realidad, la poesía de Percy Vílchez parte de un deseo inicial que es “poner a punto” el país, prepararlo para recibir arte. Tarea complicada debido a que tanto la realidad como el ser humano carecen de la perfección absoluta que en un principio todo artista provincial busca en el terreno artístico “De antemano renuncié a mi sepulcro. / ¿Quién me destituyó de mi condición durable, /de mi eternidad asegurada?”. Al final Percy busca a través del Mural de las aguas, esa purga, esa limpieza del alma de la Amazonía, del país, “Celebremos las visiones de esta noche, /oh madre Ayahuasca, / y concédeme el don del trueque”.  Y en palabras de T. S. Eliot “La tentación, para cualquier hombre que se interese por las ideas y fundamentalmente por la literatura, de dejar la literatura a un lado hasta haber limpiado todo el país primero, es casi irresistible”, Percy se consagra en lo dicho.