Por Miguel Donayre Pinedo
Cada vez que pierde el Real Madrid nadie deja pasar los errores. Salen en tromba a derribar entrenadores, dirigentes o jugadores. Se pasa de héroes a villanos en tres días. Todos meten la cuchara. Tanto que hasta la mujer de uno de los jugadores lanzó puyas contra el entrenador. Era para reírse lo que comentaban estos parroquianos provincianos (mentalmente) que pedían la cabeza del entrenador ante el fracaso en la Liga de Campeones. Gavilla de tontos. Los diarios hacen encuestas todos los días sobre el equipo ante su próximo encuentro. Fuerzan para sacar o meter entrenadores o jugadores. Qué presión. Anuncian la cabeza del entrenador a cada instante, quieren ver sangre derramada. Son vampiros. El periodismo deportivo en España produce arcadas, vómitos. Claro, hay muy raras excepciones. A veces pienso que muchos creen estar en una plaza de toros que no se inmutan ante el dolor animal. Son inclementes para pedir la muerte del toro. Este mismo escenario de los toros y el deporte se trasvasa a la vida política con los mismos ingredientes. Cada día el torpe líder de la oposición pide la dimisión de alguien, es un deporte. A mí como amazónico me recuerda a los pasajes del viaje de El Dorado. En todo el momento hay intrigas, divisiones, personalismo inanes. Se cortan cabezas una tras otra. Blanden sables y cuchillos, un hilillo de saliva les sale por la boca. Están ansiosos de derribar y poner entrenadores. Mientras tanto el Real Madrid siguió muriendo en manos de estos zafios, los que deben dimitir de la pluma son ellos – así también me sumo a la ola de pedir dimisiones.