¿Se puede prevenir el mal? Es una pregunta que ronda en la mesa de los científicos y científicas sociales durante mucho tiempo y todavía perdura. La gente de a pie tampoco da crédito (o tal vez sí) a tanto ensañamiento contra las víctimas. ¿Llevamos al lobo dentro? Como una persona que leía novelas y escuchaba música clásica, sibarita y exquisito con las comidas luego daba órdenes a sus subalternos para que comenzar la cremación en los hornos de Auschwitz. Ni la lectura ni la música pueden con el mal, pero al menos pueden frenar algo. Ese es el consuelo. En la floresta peruana también ronda la pregunta de cómo personajes adinerados y gustos muy refinados, entre extranjeros y peruleros, miraban con frialdad y sin inmutarse la muerte de indígenas en las estancias caucheras. El mal no brota de un momento a otro si no que se va alimentando día a día. Se abona con expresiones y actitudes racistas. Aquí en Europa los políticos conservadores y personajes sociales azuzan cada día sobre la inmigración. Levantan cercas y callan ante muertes como El Tarajal en la frontera española- marroquí cuando la policía española disparaba al mar contra inmigrantes que apenas sabían nadar. Niegan el asilo a personas que huyen de las guerras civiles, del hambre, de la necesidad. No les llaman personas sino inmigrantes o sin papeles. Les quitan la dignidad como personas. Un exjugador y exentrenador de fútbol italiano en una muestra de racismo diario en esta Europa que exuda y eructa solipsismo, dijo que la incorporación de personas negras a los equipos italianos, y a la selección, le quitaba vigor al equipo, que por eso este anda desnortado. Como para decirle, calla idiota y viejo decrépito. Que yo recuerde Pelé era negro y es el Rey del fútbol. Así Europa está alimentando el racismo todos los días, va preparando terreno para un golpe mayor, no sé cual. La muerte de ochocientos inmigrantes en el mar Mediterráneo ya no indigna. Molesta poco. Se echa la culpa a las mafias de la inmigración, eso se llama echar balones fuera. Pero esas mafias son una parte del problema. Por favor, abran los ojos y no se miren el ombligo. ¿Dónde se ha metido el shupihuí?

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