Batallas por el turismo

El último fin de semana, un grupo de estudiante, la mayoría de ellos pertencientes a la Facultad de Turismo y Hotelería de la Universidad Privada del Oriente, realizó un homenaje al río Amazonas con la escenificación de su descubrimiento español, ocurrido el 12 de febrero de 1542. El evento se realizó en la localidad de Francisco de Orellana y en ella participaron miembros de la comunidad (sobre todo niños). La cobertura de prensa fue bastante interesante. Por ahí Beto Ortiz también fue parte de esta celebración.

Lo anecdótico es que mientras este evento se realizaba, hecho con mucho esfuerzo por alumnos y la coordinación de esfuerzos privados (entre ellos del gestor turístico Jorge Linares); mientras se interactuaba adecuadamente con una colectivo de gente que probablemente sea parte de la indiferencia mediática la mayor parte del año; mientras los principales espacios de prensa se mostraban con intensidad, la autoridad (iquiteña y regional) brillaba clamorosamente por su ausencia.

Novedad no es que las iniciativas individuales se ha movido en los últimos tiempos con  mucho dinamismo, al margen de los oficialismos burocráticos, paquidérmicos y más de las veces mediocres. Tampoco resulta un descubrimiento que en repetidas ocasiones el esfuerzo independiente se descubre triunfador fuera del silencio o la apatía de las oficinas públicas. Lo que resulta en todo caso sorprendente, quizás alucinante, es que  todo haya cambiado, menos la actuación del Estado (y sus representantes) ante el emprendedurismo turístico/cultural

Hay preguntas e ideas que nos hemos hecho varias veces, algunas de modo reiterado y casi impertinente. Hemos planteado algunas sugerencias, también hemos realizado diagnósticos someros sobre las deficiencias, las virtudes y las posibilidades. Se han mostrado las cartas, se han jugado algunos proyectos, se ha intentado armar estrategias conjuntas. Pero, nada, realmente nada concreto, nada real, nada virtual, nada posible.

Nada de nada.

A veces me pregunto si la abulia oficial es un problema genético o una característica adquirida. Y en turismo hay casi como un estado de acelerada decrepitud que ya se convierte en todo un lastre. Parece que quisiéramos competir en esta década con herramientas estratégicas de 30 años o más atrás.

¿Todas las actividades turísticas son necesarias? Sí, todas lo son, en efecto. ¿Todas requieren un impulso económico oficial? No necesariamente, algunas de ellas se manejan bajo un criterio de negocio en el cual el Estado no tiene por qué – ni necesita – participar. A lo que está obligado, de modo moral y legal, es a ser promotor, líder y aglutinador de voluntades a favor de un desarrollo sistemático e integral de la llamada industria sin chimeneas, promisoria fuente de recursos para nuestra región.

Otra vez pregunto ¿Hemos hecho algo real y concreto para aprovechar la declaratoria de la Amazonía como maravilla natural del mundo?

Cuando la guía Lonely Planey declaró que Iquitos era destino mundial obligado para el 2011 ¿el Estado aprovechó esta oportunidad?

Sigo cuestionándome: La CNN hizo un hermoso reportaje de 15 minutos invitando a sus millones de televidentes a visitarnos ¿alguien movió un dedo para aprovechar esa súper ventana? Cuando el famoso diario español El País lanza un reportaje de primera sobre nuestra cultura y biodiversidad.

¿Hay un plan regional de turismo real, que funcione de acá a, digamos, diez o veinte años más? ¿Vamos a seguir pensando en no planificar nada? ¿Ya tenemos una idea de cómo sera la organización de las próximas festividades, San Juan por ejemplo? ¿Nuestra ciudades están logística y urbanísticamente preparadas para soportar un eventual boom de visitantes?

La Marca Perú está divorciada de una posible y virtual Marca Amazonía y ante ello el poder local deja pasar la oportunidad de convencer y exigir a la autoridad nacional armar una buena campaña desde estos territorios.

Ante ello, resulta razonable y hasta justo que la gente se reúna y luche sola, se agrupe, saque adelante por sí misma eventos como los realizados en Francisco de Orellana. Solo que resulta muy raro que quienes deberían estar ahí no lo estén. Las batallas por el desarrollo turístico regional deben ser esfuerzo conjunto, obligación conjunta, más aún de quienes tienen la misión de dirigir nuestros destinos.