AUTOFICCIÓN. Zozobra de un estoico.

Miguel DONAYRE PINEDO

Hay momentos en la vida en que parece que se te viene un alud de malos ratos y atribuyes a la mala suerte, la mala racha, un bache. Y muchas veces esa riada aciaga viene por el lado que menos esperas, el de los bienes muebles. De los electrodomésticos. El monitor del ordenador que no enciende. El calentador de la casa se rompe delante de tus ojos e inunda todo o la ducha que no funciona y te ralentiza para ir al trabajo. La moto o el carro que no arranca. Es como si el orden se trastornara en segundos como si fuera un huracán, en el fondo los seres humanos detestamos el desorden. Somos mastuerzos aprehensivos de la previsibilidad. Te quedas desnortado por unos instantes o momentos que son sal para las emociones. Maldices la mala suerte. La putada del destino, remarcas rabiosamente. Te sientes el centro del universo en una suerte de egocentrismo,  y te preguntas por qué yo. Hay una ráfaga de sentimientos de culpa, te acuerdas las acciones negativas y piensas en un castigo divino – alguien diría eso es una chorrada, te ahogas en un vaso de agua, claro, al toro desde el tendido se mira de otra manera. Mil situaciones te llegan en flash back. Pero conforme pasa el tiempo y las emociones se conectan con las razones, piensas que lo que ha pasado tenía que pasar y miras que el tiempo de los artefactos domésticos y hay razones de sobra para que se hayan roto. Vuelve la calma e inmediatamente buscas soluciones. Se parece mucho en una escala mayor a los momentos, con gramos de dramatismo, que vivimos a diario ante decisiones importantes.