Yuliana Perea Torres: anotaciones médicas, legales, sentimentales y… periodísticas

Consulto a amigos, colegas, conocidos y más de Yuliana y hay una coincidencia: no necesitaba cirugías porque se la veía bien, cantaba bien, derrochaba simpatía. Pero, claro, en el cuidado de su cuerpo mandaba ella y quien le provocaba confianza era el médico Jhon Casado. Él, precisamente, fue el encargado de la operación que provocó su muerte. Que haya tenido responsabilidad penal o no, que haya sido negligente o no, que la haya socorrido según los protocolos o no, será motivo de una controversia que la generan las artistas que mueren en similares circunstancias. Y Yuliana era toda una artista. Una muerte tan abrupta y, sobretodo, dentro de una operación de liposucción, va a generar apreciaciones tan diversas como contradictorias. Limitemos, en la medida de lo posible, a ver esta tragedia desde el punto de vista médico, legal y sentimental. Para ello, necesariamente, se tiene que acudir, por lo menos en los dos primeros casos, a profesionales del Derecho y la Medicina. Lo periodístico es un agregado por el oficio sin caer en el vicio.

Anotaciones médicas

Los representantes de la Clínica Santa Anita, a pesar de la insistencia, no han querido dar ningún tipo de declaración. Sin embargo, emitieron un comunicado donde se lee: “En estos momentos difíciles, nuestras condolencias se extienden a su familia, amigos y colegas, mientras compartimos su dolor por esta irreparable pérdida. Nos encontramos colaborando de manera activa y transparente con los peritos y autoridades pertinentes para arrojar luz sobre las circunstancias que rodean este trágico suceso”. Palabras protocolares. Añaden que “Reafirmamos nuestro compromiso con la seguridad y el bienestar de nuestros pacientes”. Ahí sí hay muchas preguntas que la Clínica tiene, o debería, que responder y su silencio es sintomático. Varios médicos, que han preferido guardar su identificación, han señalado a Pro & Contra que “la única clínica que cumple los requisitos para este tipo de operaciones es “la Ana Sthal”. Las demás, todas sin excepción, se han convertido en “arrendatarios de cuartos” para las operaciones estéticas. Aquí tiene trabajo SUSALUD, esa Superintendencia Nacional de Salud que tiene los mismos vicios que las del agua, la luz, la telefonía, con la diferencia que aquí hay muertes inmediatas. Pero ya sabemos que los organismos de control de los servicios médicos prefieren no ser exigentes con el cumplimiento de los requisitos a las clínicas. Un país ganado por la informalidad se explica que los servicios médicos eviten la formalidad. Ni en sus instalaciones ni en los protocolos previos. La clínica Santa Anita no brinda las condiciones para operaciones como la que llevaron a la muerte a Yuliana, me dice un médico. No realizan como debe ser el llamado “riesgo quirúrgico” que tiene por finalidad, precisamente, de reducir los riesgos de muerte del paciente, me dice otro. Los exámenes tendría que hacerlo un cardiólogo bajo la vigilancia del cirujano. Y el establecimiento tiene que poseer un ambiente especial donde el paciente permanezca en lo que se llama “el post operatorio”. La clínica bien podría mostrar, en un mensaje de transparencia que indica en el comunicado, los ambientes que alquila a los médicos para estas operaciones. Por carecer de esos equipos, señalan los profesionales de la salud consultados, tuvieron que llevar de emergencia a Yuliana al Hospital Apoyo Iquitos, donde a los pocos minutos dejó de respirar. Ese traslado, hecho por el propio doctor Casado, fue un acto desesperado y comprensible al notar que Yuliana se estaba muriendo. Por eso cuando la clínica señala que “Comprendemos la importancia de esclarecer los hechos y brindar respuestas a todos aquellos que han sido afectados por esta lamentable partida” bien haría en pasar del dicho al hecho y mostrar la relación de profesionales y sus instalaciones que evidencien el cumplimiento de los requisitos. Nunca lo hará, por razones obvias.

El abogado del médico Jhon Casado al referirse al riesgo quirúrgico ha señalado que “no se puede prever esa situación, hay elementos que no pueden ser controlables”. En parte tiene razón. Toda operación es riesgosa, pero los exámenes previos y el equipamiento de una clínica reducen los mismos. En una explicación entre lo médico y legal el mismo Augusto Vargas ha dicho que “se tendría que demostrar que, el médico, actuó con negligencia, que no es el caso”. Es muy difícil establecer si hubo negligencia o no y seguro que en eso basará su defensa Vargas. Para ello le han contratado y es su deber hacer bien ese trabajo. El mundo en que vivimos acarrea riesgos, corremos riesgo al manejar una moto, y el médico ha actuado profesionalmente, hay situaciones que no se puede imputar al médico “especialista en cirugía plástica”. Pro & Contra trató de obtener la versión del médico Jhon Casado sin resultados positivos. Escuetamente ha indicado que para cualquier tipo de consulta estará atendiendo el lunes de 4 a 6 de la tarde en el Hospital Santa Rosa “al costado de la iglesia Bagazán”. Dicho esto, está en todo su derecho de responder preguntas de la prensa. Si ese silencio abona las justificadas dudas sobre su trabajo será el riesgo que decidió correr. Augusto Vargas, su abogado, no sólo ha atendido todas las llamadas de la prensa sino que en sus redes sociales ha colgado videos explicando que su cliente, no ha cometido ninguna negligencia. Consultado si es que pidió a su defendido que no declare a los periodistas, ha dicho que no habló del tema con Casado. “Si me consulta le diría que no responda porque está medio asustado como es lógico”, dijo.

Anotaciones legales

La defensa de Augusto Vargas Fernández se basa, tal como lo dijo en todas sus apariciones públicas, en que no hubo negligencia culposa de Jhon Casado. Y justificó que se le haya dado libertad a las 24 horas, a pesar que el plazo era de 48 horas, porque la pena máxima por “homicidio culposo” es de cuatro años que no exige que el inculpado tenga prisión preventiva. Además los llamados “elementos de convicción” no se dan porque Casado tiene arraigo y no existe peligro de fuga. A pesar que la muerte de Yuliana se dio como consecuencia de esta operación de liposucción, así lo reconoce el propio Vargas Fernández, y se detuvo al médico, en este caso no es autor del delito culposo “ha demostrado en su trabajo que es muy eficiente, capaz y profesional”. Por esta razón está en libertad.

Vargas se despacha en explicaciones. El médico informó que debió acudir acompañada de una persona, eso era lo preferible. Ella no quería ninguna compañía. “Pero eso es secundario porque la clínica reúne las condiciones para este tipo de atenciones, en la clínica la entuban y al no tener los aparatos para mantener esta situación, es trasladada al hospital, porque se requiere otro tipo de profesionales, en la clínica no hay internistas. Yuliana fallece a los 15 minutos de haber llegado al hospital Iquitos en la ambulancia de la clínica”.

Al conocerse su muerte la sorpresa fue inmediata y las redes sociales se llenaron de mensajes de todo tipo. Varios de ellos culpando al médico. Tal es así que lo detuvieron a las pocas horas. “No se le puede imputar ninguna responsabilidad al doctor Casado, sin embargo ha ofrecido una ayuda económica a los familiares, la aceptación depende de ellos”. Vargas en su defensa acota: “Eso no pone en duda su capacidad profesional, todos reconocen la destreza para operaciones, para cirugías reconstructivas. Ha cumplido una labor importante para los loretanos”. Aunque esta muerte seguro vivirá por mucho tiempo en la mente del cirujano que dos veces a la semana acude a la Clínica Santa Anita para “hacer la lipo” a mujeres a un costo entre los 7 y 10 mil soles. Más barato que otros y mucho más barato que hacerlo en Lima. Se entiende por qué es requerido.

Anotaciones sentimentales

Es inevitable ante muertes repentinas como la de Yuliana Perea que se de una cobertura mediática. Medios de la capital han señalado que el caso “ha conmocionado a todo el Perú”. Una exageración a todas luces. Pero tanto los autodenominados medios serios como los no tan serios han abordado el tema con transmisiones en vivo e informes especiales. Los medios locales, cada uno a su estilo, no han podido obviar el tratamiento de esta muerte. Algunos han realizado transmisiones en vivo del velorio y del entierro y, como prueba que esta tragedia concitó la atención masiva, han explotado en comentarios y “like”. Miles de consumidores de publicaciones en las redes han dado rienda suelta al abogado, médico o periodista que llevan dentro convirtiéndose en “profesionales” y sentenciando como si fueran jueces.

Tanto la madre como el papá de Yuliana han declarado a los periodistas. Con toda la carga emocional que esas declaraciones muestran es bueno detenerse en algunas afirmaciones. Purita Torres ha dicho que minutos antes de ir a lo que sería la operación fatal, Yuliana llegó a su casa y le dijo “Ahorita vengo me dijo, dejando su moto. Sabía que a mi no me gustaba que se haga eso, sabía que le reñía por esas cosas. Por qué no ha pedido que le acompañe un familiar” fueron sus palabras. En medio del dolor la mamá daba luces porqué Yuliana llegó sola a la clínica en la que sería su tercera y última operación. Antes, firmó el consentimiento.

“Que ese doctor pague todo. Fue muy buena hija, linda hija, hija responsable, cuando me veía decaída me daba ánimos, ¡quién me va a abrazar, quién me va a besar mi frente, ella me hacía eso”, dijo entre sollozos Purita al reportero Salvador Lavado de Pro & Contra. “Cómo le van a operar a mi hija en un cuartito simple, porqué si es especializada esa clínica tuvieron que llevarla al hospital”, son frases casi sueltas que suelta Purita mientras se seca las lágrimas. Se ha criticado el trabajo periodístico por cubrir la información ante tanto dolor. Entre otras cosas, se acusa al periodismo de insensible ante estas circunstancias. Ni ajenos al dolor ni insensibles. Simplemente es el trabajo periodístico. Que cada lector y cada periodista tenga su opinión y su propio análisis.

Yuliana deja una hija de 19 y un niño de 8 años. “Juan Pablo va a quedarse conmigo, él está bien, tranquilo, va ir a jugar, es futbolista y motocrosista, su hijita es universitaria” es lo que expresó la abuelita de ambos entre sollozos mientras sus nietos trataban de encontrar una explicación a la muerte de la cantante. Con la inocencia propia de sus años, Juan Pablo le dijo a su abuelito mientras le llevaba al entrenamiento: “Papito no quiero correr, derrepente muero como mi mamá”. Su papá está ligado a la música y mientras entona, en pleno velorio,las canciones que le gustaba a Yuliana, confiesa “Para mi no se ha muerto, se ha ido de paseo, linda mujer”. La recuerda cómo a los cinco años la escuchaba cantar y a pesar de su corta edad ya comenzaba a salir a los escenarios. A los quince años ya tenía su primer contrato y adolescente aún paseaba su arte por donde la contrataban. Antes de cumplir los veinte años tuvo su primera hija, hoy universitaria. Ante su fotografía, su papá confiesa que ante la incertidumbre el niño huérfano atinó a decirle “Vamos a salir adelante con el apoyo de tu mamita, ella nos va a apoyar”. También, en medio del dolor cuestiona los primeros informes: “Que digan que tenía problemas pulmonares, tenía agua en los pulmones, entonces todo los días tosería, que digan que no tenía oxígeno, que le pusieron mucha anestesia”. Sus palabras quieren encontrar una explicación coherente en medio de todas las versiones que se tejen alrededor de la muerte de su hija.

Una de las colegas de Yuliana en el centro de salud de Bellavista Nanay en el velorio alcanza a decir “Ha sido querida por toda la población de Iquitos, una mujer trabajadora, que ha luchado por su familia, por su carisma y personalidad. Así con la sonrisa que la encuentra en la foto, así era, nosotros hemos sido sus amigas, colegas, hemos compartido muchas jornadas de trabajo”.

El vecindario ha estado pendiente de todo. La Municipalidad Distrital de Punchana envío toldos para que los pobladores puedan protegerse del incesante sol que por estos días abrasa a los iquiteños. Entre las decenas de arreglos florales destacan los enviados por los restobares donde cantaba y encantaba. Hay un arreglo que sobresale y es de sus compañeras de promoción del colegio “República de Venezuela” donde estudió entre 1998-2002 y, como si a ligazón con la música fuera eterna llevaba el nombre de “Eliseo Reátegui”, el popular “solterito”.

Yuliana sabía los riesgos de la operación. Dio su consentimiento porque, según sus allegados, estaba empeñada en mantener una figura que la hiciera atractiva en los escenarios. Que su melodiosa voz sea complementada con una hermosa figura, hermosura que en ella era natural pero que necesitaba los retoques que muchas mujeres se practican en Iquitos y que el destino quiso que le llevara a la muerte. Se fue a la eternidad acompañada de música. A su velorio llegaron sus colegas e interpretaron los temas que tan bien ella cantaba. Como un homenaje a su alegría los familiares autorizaron a que sus restos sean velados en medio de música. Su padre, quien descubrió su talento desde muy niña, también puso a sonar el electroritmo que tantas penas había solucionado y que hoy servía para aliviar un poco la pena de su muerte.