ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

¿Hubo caucheros buenos, patrones caucheros buenos? Le pregunto a Róger Rumrrill y él responde. Sí hubo excepciones. Y refiere que está trabajando una novela sobre la vida de Miguelina Acosta Cárdenas, cuyo padre fue cauchero. Es muy subjetivo eso de calificar como buenos y malos a los personajes históricos. Me inclino por decir que hicieron cosas positivas y negativas. No es que dividamos bajo los colores de negro o blanco a los personajes, porque todos han tenido acciones grises.


Los períodos históricos y los personajes que fueron protagonistas siempre serán controversiales. Han gozado de fama y popularidad en determinado momento y en otro han caído en desgracia a tal punto que es casi un sacrilegio defenderlos. No está demás decir que las matanzas contra indígenas en el período cauchero tienen nombre propio. Llevando quizás la delantera el señor Julio C. Arana, que en la suma representa el abuso y la explotación contra los indígenas, aunque información de la época señalan que fue un patriota que destinó muchos recursos a la recuperación de Leticia que finalmente nunca se produjo. La Junta Patriótica de Loreto de la época no sólo era auspiciada por el sino la integraban hombres y mujeres cercanas y vinculadas a su entorno empresarial y familiar.


En esas indagaciones por hemerotecas encuentro una noticia suelta en el diario “La prensa” de noviembre” de 1921 en la que se lee: “En la orden del día. El señor Julio C. Arana, senador por Loreto. Leídas las credenciales que acreditaban a este prestigioso ciudadano como senador por Loreto, prestó el juramento de ley entre los prolongados aplausos de los representantes y la barra”. El boom cauchero ya había pasado y solo quedaban fortunas en unos pocos y la añoranza de muchos. Julio C. Arana era aplaudido en el hemiciclo y en Iquitos, no olvidemos, una calle llevaba su nombre. Por esos años se desempeñaba como Prefecto de Loreto, enviado por Augusto B. Leguía, Temístocles Molina Derteano, que había participado años antes como soldado de las fuerzas revolucionarias de Cuba bajo la causa patriótica de José Martí.


“Bajo la administración de Molina y pese a la nefasta representación parlamentaria loretana en Lima, que encabezaba el discutido senador Julio C. Arana, Loreto comenzó a salir a trompicones y muy modestamente, de la prolongada y abismal crisis cauchera”, según escribió en su tiempo Fernando Barcia García.


Como se lee, en el hemiciclo se aplaudía a Julio C. Arana mientras que en Iquitos ya era considerada como nefasta la representación legislativa. De hecho que Rumrrill y quien éstas líneas escribe consideramos que Julio C. Arana fue política y empresarialmente nefasto para Loreto. Esos aplausos han quedado en el olvido, más no los atropellos contra los indígenas. Sin embargo, queda como tarea pendiente, buscar, encontrar y divulgar las acciones de caucheros/patrones que no sólo trabajaron sin excesos contra los oriundos sino que dejaron una prole que destacó en la Amazonía. Por eso Rumrrill estará empeñado en escribir una novela sobre Miguelina Acosta Cárdenas, hija de caucheros, como miles de ciudadanos en Iquitos que tienen bisabuelos, abuelos, tíos, primos que trabajaron el caucho, balata y petróleo.