En la memoria de los antiguos moradores de Iquitos, unos cuantos ciudadanos que cobran la pensión 5, 5 soles oro cada cinco meses, todavía se recuerda el bochorno de la interrupción del tránsito vehicular, peatonal y aéreo, ocasionado por la inusitada presencia en las veredas de las casas prestatarias o prestamistas de tantos aparatos domésticos. En ese tiempo quedaron varados televisores de varias marcas, lavadoras nuevas o viejas, radios funcionando, motores con todas sus piezas, motocarros relucientes, ollas arroceras o no, platos para las cenas memorables y tantos otras cosas. Los mismos habían quedado en prenda a cambio de ciertas cantidades de dinero, pero los beneficiados no pudieron devolver el dinero.
Era el olvidado año del 2014. En aquel tiempo sucedió que, debido a las leyes eternas del libre mercado, las cuotas para las regidurías y las consejerías comenzaron a subir como una locura. Nadie supo debido a qué factor las sumas se disparaban sin medida o control. Y los aspirantes a un puestito o un carguito, muchos de los cuales carecían de dinero sonante o contante, hasta de trabajos fijos, tuvieron que empeñar sus propias cosas, las cosas de los amigos y las cosas de sus mismos partidarios. El dinero recaudado no sirvió para nada, pues las cuotas ya habían subido con sus respectivos intereses y moras. Los aspirantes tuvieron que seguir empeñando lo suyo y lo ajeno. Pero no pudieron encontrar cupo, porque otros más astutos o más solventes ganaron las plazas de los partidos, agrupaciones o movimientos.
Después de meses de las elecciones de aquel año, año que ya casi nadie recuerda salvo los afortunados que cobran esa modesta pensión, los aparatos varados conocieron la subasta. Mientras ello ocurría, los aspirantes a los cargos o puestos no se rendían y se dedicaban a la mendicidad pública para ahorrar centavo a centavo y poder luego presentarse a las próximas elecciones.