En una muestra de madurez política, de civismo ejemplar, todos los candidatos y candidatas de las urnas de 2014 dejaron de agredirse, de meterse zancadillas, de jorobarse gratuitamente, de pelear por colores o por votos y renunciaron en público, y al mismo tiempo, a sus candidaturas. Y, en el acto, antes de que alguno se arrepintiera, se dedicaron en cuerpo y alma al grave inconveniente de la basura de todos los días, las noches, los años y las eternidades. No discutieron sobre concesionarios ineptos que cobraban para no dar el servicio, empresas recolectoras o no, rellenos sanitarios o no, sino que agarraron sus escobas y se dedicaron a limpiar las esquinas, calles, callejuelas y cualquier lugar donde estuvieran amontonados los desperdicios.
Desde las tres de la mañana todos los candidatos y candidatas, escoltados por carretas, carretillas, triciclos, tractores, motonetas, motocarros, ambulancias, microbuses, recogían la basura y le llevaban a poner en la vereda de la casa del empresario Brunner. No por revancha, venganza o cualquier otra miseria humana, sino porque allí los desperdicios eran seleccionados, escogidos y derivados a la industria de exportación para la preparación de una famosa hamburguesa conocida en el mundo de entonces con el nombre de shikburguer. La misma rompía las cifras de venta por su incomparable sabor y antes utilizaba proteínas que los expertos extraían de los excrementos humanos, pero debido a la demanda se tuvo que buscar esos insumos en la basura iquiteña que era de excelente calidad.
Las atroces, esperpénticas y pícaras jornadas de las urnas regresaron a Iquitos después de muchos años. Ocurrió cuando varias empresas forasteras, encargadas de preparar el célebre shikburguer, instalaron sus modernas fábricas en varias calles de la ciudad. Es importante señalar que dichas transnacionales no querían gastar en el transporte de los desperdicios. Sus unidades se encargaron de recoger la basura diaria para que de inmediato fueran procesadas en sus inmensas factorías hamburgueseras.