Vivo en un país extraño. Hay mucho grito, poca calma. A pesar que el filósofo Séneca, uno de los estoicos, nació y se forjó por estas tierras. El sosiego, el reposo de las ideas en estos tiempos huérfanos es un serio déficit. El otro día el líder conservador en una conferencia de prensa su discurso se llenó de insultos, anatemas sin venir a cuento, lanzando excomuniones a diestra y siniestra. Me quedé impávido de la retahíla de agravios contra su rival político, ¿es acaso la nueva forma de hacer política?, ¿nadie le pudo aconsejar que ponga freno a su desdichada posición? En el mejor estilo de Trump. Sí bien en cierto que el problema/conflicto con la autonomía de Cataluña genera mucha tensión pero esta no puede degenerar en las ofensas al rival político ¿eso es hacer pedagogía cívica?, ¿es contribuir con los valores cívicos y de convivencia? Lo que se está demostrando, por ambas partes, en Cataluña, es la falta de una cultura de diálogo o el concepto del diálogo lo entienden de aquella manera, es decir, con rescoldos autoritarios. Se hace a mi manera o no tiene sentido alguno es el punto de partida. Observemos lo que pasó con la palabra relator – mostraba la carencia de una cultura de diálogo en este país extraño, fue una gran muestra de ignorancia en la cultura de la negociación. El nacionalismo periférico catalán en este conflicto está demostrando miopía sin obviar la sordera en que está envuelta, y el nacionalismo español es sordo, miope y con estrabismo. Antes de venir a esta parte de la península ibérica observaba la política española con cierta expectativa pero una vez que la palpo a diario y durante varios años debo confesar que es altamente decepcionante. No se tiene un ápice de respeto a las ideas del contrario, se arrolla. Lo ocurrido con la justicia de transición después de la dictadura de Franco realmente tiene poco de reconciliación y mucho de imposición. Los políticos que tuvieron las riendas de la transición y después de esta sus conductas en estos tiempos han sido desilusionantes – se han aprovechado del cargo para luego ser consejeros de empresas transnacionales españolas sin ningún rubor y andan dando lecciones de gobernabilidad en el mundo entero. Estas y otras actitudes me ha proporcionada hastío pero lo peor, es la duda que nos carcome, es dejar que la política descanse en manos de ellos. Vivimos en esa tensión.