Claro y directo, de Augusto Álvarez Rodrich:
El eterno litigio entre prensa y poder
El libro de Álvarez Rodrich nos dice que es posible no caer en la cobardía de la venta, en el servilismo amonedado. Es posible no perder la decencia elemental, la dignidad de simple criatura humana, y combatir contra el poder y sus esbirros. Escrito con una prosa sencilla, libre de estorbos, de hojarascas, la obra se levanta contra el mal ejercicio de esa función que no quiere dejar de hacer el ridículo.
El eterno conflicto, el perpetuo litigio, entre prensa y poder, es el tema central del libro, Claro y directo, de Augusto Álvarez Rodrich. La obra se presentó, con el auspicio de Tierra Nueva y el apoyo de la Universidad Científica del Perú y del Hotel Victoria Regia, el pasado viernes en el auditorio de la UCP. Es una selección de crónicas, escritas en el torbellino de los días, entre la marcha indetenible de los acontecimientos, bajo la amenaza de la hora del cierre. Las crónicas son un alegato reiterado contra los que ejercen cualquier tipo de poder, esa función que más se parece al ridículo. Todo ellos, los que mandan con la banda presidencial, los escaños congresales, la sotana, la toga, los fusiles y troperos, hacen el ridículo cuando culpan a la prensa nada lacaya, nada complaciente, nada borrega, de sus desgracias.
El mandatario aquejado de ludopatía, don Ramón Castilla hizo el ridículo cuando dijo que a los periodistas había que encarcelarlos o comprarlos. Esa es la doctrina, ideario de los bajos fondos, manual de carteristas esquineros, que los poderosos emplean contra la prensa. Desde sus cumbres efímeras, desde sus poltronas fugaces, los que mandan buscan con desesperación contar con un condado de periodistas mediocres, donde rebuznan escribas de rodillas, columnistas con sucia franela, plumíferos obsecuentes. La crítica les despierta el deseo de cumplir con la prédica castillista. El libro de Álvarez Rodrich nos dice que el poderoso de estos tiempos se inclina más bien por la compra, al contado o a plazos, de la prensa. Es por ello que la prensa peruana está desprestigiada. Pero por fortuna no todo es vileza.
El libro de Álvarez Rodrich nos dice que es posible no caer en la cobardía de la venta, en el servilismo amonedado. Es posible no perder la decencia elemental, la dignidad de simple criatura humana, y combatir contra el poder y sus esbirros. Escrito con una prosa sencilla, libre de estorbos, de hojarascas, la obra se levanta contra el mal ejercicio de esa función que no quiere dejar de hacer el ridículo. El autor cita nombres y hechos, mostrando una suculenta galería de enconados enemigos de la prensa que no les brinda loas. Son los rostros actuales del ridículo. Los continuadores de los bajos fondos de Castilla. De esa manera, gracias a esa opción de decoro y entereza, el periodismo sigue siendo el más noble de los oficios, aunque se sufra como perro, como dijo Gabriel García Márquez.
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