Abran las puertas de la cultura 

Por Miguel Donayre Pinedo

Bajo el viento helado de Úbeda y una taza de té verde, leí un artículo que daba noticia de una publicación en Noruega, que concluía que las actividades culturales evitan el estrés, la ansiedad y la depresión. Es decir, mejora la calidad de vida de la ciudadanía. Es una apuesta segura y sin titubeos. Señalaban que hay gran  relación entre lo que la vida cultural depara y esos niveles emocionales, los entendidos llaman la educación sentimental [seguro que un neurocientífico diría que estas acciones culturales segregan oxitocina]. La vida cultural fuerza a hacer un paréntesis en nuestras vidas grises y cotidianas. La grisura del día es aparcada cuando leemos una buena novela [no digo best seller que es literatura floja y banal, con respeto a los que leen ese tipo de literatura]. Genera empatía, vives, sientes, sufres, te emocionas con los personajes de una novela o de una obra de teatro. Igual nos pasaría ante la belleza de una obra escultórica o un lienzo. Son emociones que trascienden lo privado y se desplazan al espacio público, diría Martha Nuusbaum, como lo es la novela, Tiempos difíciles, de Charles Dickens. La economía no lo resuelve todo, nos remarca como mensaje, y parece que por estos meses en Europa se ha olvidado a esta gran novela. Es por eso que no es en vano que un Estado que vele por la calidad de vida de sus ciudadanos y ciudadanas promueva actividades culturales. Se auspicia una mejor calidad de vida y una robusta ciudadanía.