El inesperado y milagroso estreno de la selección incaica de fútbol en el mundial de Brasil 2014, provocó distintas reacciones en la prensa alojada en Bon Intento, aldea carioca con su cancha de potrero donde jugará Perú todos sus partidos. Sucedió que los 11 peloteros entraron al campo con los ánimos hasta el suelo. Aburridos, cansados, bostezando, tenían las camisetas cambiadas, unos carecían de medias, otros hasta calzaban zapatos de paseo. El que más llamó la atención fue Juan Vargas que tenía a la vista una poderosa botella de ron, mientras que Reymond Manco se vanagloriaba de que todavía no le pasaba la última resaca de todo lo bebido. Sin embargo, Perú ganó sus primeros 3 puntos.
La repentina asistencia perulera al mundial de futbol en Brasil ocurrió porque la selección chilena se retiró de la justa pelotera universal como una extremada protesta contra el fallo de la corte trabalenguista de La Haya. Mientras los jueces juzgaban en arameo a toda la nación sureña, La Fifa convocó a los incásicos. Lo inesperado del asunto, la prisa, el nerviosismo, precipitaron o confundieron las cosas. El mago Sergio Markarian fue nombrado como preparador físico. Manuel Burga quedó como adiestrador de arqueros y el cargo de entrenador recayó en los hombros de Natalia Málaga. Los convocados sufrieron desde el inicio de los entrenamientos el lenguaje letal de la fémina que les demolió la moral.
Los cronistas peloteros incaicos celebraron el triunfo nacional con grandes titulares, alabanza a jugadas espectaculares como túneles y taquitos y entrevistas a las tías y suegras de los jugadores. Ninguno de esos escribas fanáticos notició que el equipo rival no se presentó a la cancha. El entrenador enemigo declaró luego que sus pupilos se negaron a jugar porque no iban a soportar las provocaciones, lisuras, insultos, los atentados a la hombría, de parte de la carajeante entrenadora incaica.