Monólogo de un friki (v)
Por Miguel DONAYRE PINEDO
Me gustan los manglares, se alimentan de agua dulce y salada a la vez. En Tumbes hay un manglar que está en la circunscripción de un área protegida [Santuario Nacional]. La amenaza más potente que recuerdo cuando lo visité eran las langostineras. Ponen en cuestión su hábitat. En esas aguas siento que me muevo mejor. Eso pasa con la película turca, Bienvenido a Alemania. La migración de trabajadores a Alemania es contada con la nieta del protagonista. Un matrimonio turco emigra por mejoras laborales a la tierra de Kant y se quedan allí para vivir [en España también hicieron una película de emigrantes españoles a Suiza, mostraban los azúcares y las sales del éxodo]. El abuelo que emigró de Turquía a Alemania planifica un viaje por Anatolia, su lugar de origen [la que narra la historia está embarazada de su novio inglés]. En pleno viaje fallece el abuelo, ahí se desata el nudo. El abuelo no quería morir en Alemania, él se sentía turco, a pesar de los dilemas de su pequeño nieto que no sabía si era turco o alemán. Es interesante que los que se sienten turcos en Alemania son mirados como extraños en Turquía [y al revés], bueno, son los costes de la diáspora. Quizás la debilidad de la película es por momentos edulcora la inmigración, por ejemplo, se muestra a vuelapluma el racismo alemán que es muy fuerte y hondo calado, amén de esto, la película exhibe ese mangle de identidades que no se achican, por el contrario, se ensanchan. Si no miremos a Mezut Ozil, excelente jugador turco- alemán del Real Madrid. Acaricia el balón con sensibilidad y pasión turca pero es muy disciplinado como un alemán.