La cólera tardía
En algunas ciudades de este mundo ingrato, la indignación no se resignó a quedarse en tabernas, a arder petrificada en las conversaciones, a estallar en solitarias o compartidas camas. Se hizo de pronto, en Madrid, Roma, Nueva York, ocasión de tumulto cívico, fusión de iras compartidas, amenaza de privilegios escandalosos. En esta ciudad, la indignación tiene pies de quelonio o de lento y lerdo perezoso. A toda hora, en cualquier momento, bajo cualquier circunstancia, en el espacio de Iquitos y sus alrededores, sus anexos y sus balnearios, hay sobradas razones para indignarse. Pero el Frente Patriótico optó por desmovilizarse, por perder iniciativa, por vegetar bajo el liderazgo de un don nadie.
Como será de retrasada la cólera local que recién un colectivo se lanza a protestar contra los desmanes del alcantarillado. Y los famosos chinos ya están más allá de la mitad de la obra. Y este jueves los gallardos iquitenses dejaran oír su voz de protesta. ¿Qué ocurrirá cuando los chinos se hayan ido? ¿Comenzará recién a aparecer otra colectivo no de la zona oeste, sino de todas las zonas, reclamando por ejemplo por todas las pérdidas económicas que experimentaron los negocios durante el infierno alcantarillista? ¿No se pudo organizar mejor una obra tan vasta y tan importante?
La indignación iquiteña contra los abusos del alcantarillado da risa, en verdad. La cólera ciudadana es estéril, porque es intermitente, hepática, aislada. Carece de solidaridad en la acción y no tiene objetivo final. Es una reacción inmediata ante la agresión. Los llamados Indignados de otra parte están cuestionando el modelo económico y político que los gobierna y maltrata. Y tienen toda la razón del mundo. La indignación local es reivindicativa, gremialista, de corto plazo. Ni se les ocurre cuestionar el modelo que todavía no incluye como anunció el mandatario maratonista. ¿Se dan cuentan nuestros improbables lectores (as) porqué somos tan subdesarrollados?
Quiero agregar que efectivamente, ante tanto desorden no hay presencia de los gobernantes, pero que pueden decir ellos si son parte de los origenes del caos, el maximo gobernante celebra su agape al costado de un monticulo de tierra y huecos, a pocos metros calles enlodadas conductores que se pitan por pasar rapido uno sobre otro. Y seguramente se les vera frente a la marcha, que tal cara duras, tiran la piedra y esconden la mano. Al parecer nos tenemos bien ganados el apelativo de CHARAPAS.
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