Por: Gerald Rodríguez. N

Este 2022, Trilce de César Vallejo y Ulises de James Joyce cumplieron cien años de publicados por primera vez. Uno representa una revolución en la poesía escrita en lengua española; y el segundo, un antes y después en la narrativa mundial. Ambos libros son la cabecera de playa de la literatura que se escribió en la primera mitad del siglo XX cuya influencia sigue viva entre los contemporáneos.

José Miguel Oviedo dijo alguna vez de Trilce: “Trilce es la búsqueda angustiosa de algo que está más allá de las pobres evidencias que brinda la realidad”, y si es que Trilce es la expresión de una manifestación que lleva al límite al lenguaje, pero además es lo indecible, lo indescifrable lo que significa muchas veces el amor, el cariño, el recuerdo, la familia, la madre, el dolor, el sujeto, lo que manifiesta Trilce como una forma también de decir lo que no se puede decir, más que solo en su propia grafía, en su propia sintaxis, en su propia fonética, pero sobre todo en su propio espíritu. Trilce nace con un espíritu propio, peruanamente propio, vallejianamente suyo los límites de Trilce. Trilce no es vanguardia, Trilce es el sentir peruano de a pie, de la sierra, del olvidado, del aislado, es el lenguaje de quienes sufren sus dolores en el más complejo silencio del alma, Trilce tiene carne como tiene dolor, madre, hambre, padre, hermano. Trilce es el libro más humano que haya leído, porque en las formas de sus poemas, en sus neologismos fragmentados, en su sintaxis maleable, en su fonética arrastrada está la voz de alguien que existe en el eterno olvido, es el sujeto que es más que nadie para la sociedad peruana, y Vallejo se revela ante esa sociedad mostrando la incomunicación de un espíritu cholo por medio de un lenguaje que los académicos dirían que Trilce es un sacrilegio contra la lengua. Siendo Trilce el libro más peruano, más humano, que representa el lenguaje incomunicable de quien no halla un lugar en la tierra, ni en la sierra, ni su presencia en su patria, Vallejo nunca quiso renovar nada, solo quiso decir lo que siente el nadie, el nada, el vacío, el cholo. `Porque la poesía es eso, manifestación y no renovación, que esa manifestación escoja su propia forma de decir lo que siente, y Vallejo lleva a expresar esa manifestación desde la propia particularidad de un sentir que busca hacerse saber, desde un espíritu que comparte un idioma, pero sujeto a otra condición de desigualdad, la cultura de Trilce manifiesta es fragmentación de un país que siempre fue una Babel, que siempre será una Trilce. Las reglas gramaticales, los vocablos mismos son sometidos a violentos descoyuntamientos. Hasta la ortografía resulta vulnerada y las palabras parecen escritas no de acuerdo a una tradición semántica ni a una realidad sonora, sino a imprevistas asociaciones automáticas, es lo adicional lo Vallejo manifestó en su profunda expresión dolorosa.

Al igual que Trilce, también cumple un siglo la publicación de una novela que ha cambiado la forma de contar historias: el Ulises de James Joyce. Pues Joyce toma una epopeya, la ‘Odisea’ de Homero, y la torna ordinaria. Y al hacerlo, crea una enorme cantidad de energía alrededor de un día común y corriente, en el que varias personas se encuentran o se evitan en Dublín. Cuando leo el Ulises no dejo de pensar en el poema Invocación a Joyce, donde Jorge Luis Borges invoca a Joyce: “Qué importa mi perdida generación, ese vago espejo, si tus libros la justifican. Yo soy los otros. Yo soy todos aquellos que ha rescatado tu obstinado rigor. Soy los que no conoces y los que salvas”. Al igual que Trilce, Ulises es un festival del lenguaje y de las tácticas narrativas, que transformó el narrar en una aventura tanto para el lector como para los escritores que se dejaron influir por esa libertad total de Joyce. Además, Ulises, al igual que Trilce, es hoy en día una obra mayor precisamente porque rompió las reglas. Es una novela iconoclasta. Es una obra maestra que tomó todo lo que se había hecho previamente en literatura y lo puso todo junto en una novela. Y eso, por supuesto, necesita que el lector haga un gran esfuerzo. Pero el esfuerzo vale la pena, con el mismo esfuerzo que se hace para entender Trilce.

En el recorrido de ambos libros hay mucha semejanza: los dos hicieron añicos la sintaxis de las lenguas en que se escribieron; los dos fueron incomprendidos debido a la audacia de sus planteamientos estéticos y formales que sus contemporáneos no lograron entender; los dos partieron del mayor vacío hasta abrirse camino en la historia y los dos crearon nuevas maneras de decir las cosas. Hace cien años de esto.