Equipo de producción de documental «Ruanda, mi última utopía» dirigido por Chema Salcedo. Junto al Cardenal de ese país.
¿Dónde está Dios?
ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
¿Sabes, Jaime, a veces no entiendo a Dios? Esta reflexión como interrogante me lanzó una noche frente a la Plaza 28 de Julio el padre Maurilio Bernardo Paniagua, minutos después de haberle informado sobre la repentina muerte de Enrique, hijo de Noelina Vásquez y Enrique Montero. Esa frase pronunciada por un sacerdote que, entre otras, tenía la virtud de lanzarte las propuestas más temerarias y retos más contemporáneos me acompaña por el resto de mis días desde aquel octubre de 1997. Cada cierto tiempo, ante la muerte repentina de un amigo, esa pregunta regresa a mi cerebro. Instantáneamente, como la muerte a veces. Pero no lo hace con su carga mortuoria de pesar y desolación sino de reafirmación de la vida. Finalmente, eso es la muerte: la reafirmación de la vida.
En junio del 2019 Chema Salcedo, mientras filmaba para el documental “Rwanda, mi última utopía” en Kigali, le lanzo esta pregunta al representante de la Iglesia Católica en ese país, Monseñor Antoine Kambanda, hoy convertido en el primer Cardenal: ¿Dónde estuvo Dios? Como buscando una explicación al genocidio de abril de 1994. El cura respondió desde su militancia católica y con el protocolo necesario para un jerarca de El Vaticano. Pero en ese pueblo mataron a más de un millón de personas sólo por diferencias raciales. El proceso de reconciliación no ha sido fácil. Los indicadores sociales y económicos evidencian que van por el camino del perdón y progreso. Millones de tutsis tuvieron que sufrir la muerte de manos de los utus y, luego de días despiadados, alguien tuvo que parar la masacre. Hoy tanto tutsis como utus, sin olvidar sus muertes, se han reconciliado. Tanto así que esos días de muertes sólo sirven para explicar la vida. Ha triunfado la vida.
Hoy, febrero del 202, me llama un amigo para informarme que Julio Vinatea ha muerto. No termina el mensaje y debo darle la noticia de la muerte de Reynaldo Rengifo Peña. Si antes nos sorprendía el anuncio de la muerte de algún pariente, amigo o conocido hoy los anuncios vienen de a tres, cuatro, cinco. Es una sucesión mortuoria impensada siquiera en la primera ola del covid. Y, vaya, uno que por su profesión está acostumbrado a ser mensajero de las muertes más inesperadas, tiene que tragarse todos esos diablos. Como si ya el covid no fuera suficiente con su carga mortal, una mañana de éstas se tiene que soportar la foto de una muchacha de apenas 34 años tirada inerte en el asfalto porque un camión pasó sobre su cuerpo y la mató al instante. No sólo eso, su pareja, lucha por su vida en la cama de un hospital. Y uno, humano al fin, caminando rumbo a lo que podría llamarse trabajo, no encuentra el rumbo a todo esto y, mientras una lágrima recorre la mejilla, se pregunta nuevamente: ¿Dónde está Dios? No hay duda que triunfará la vida, a pesar de los días aciagos que vivimos.
¿Dónde está Dios por estos días? Y esa respuesta, tal como me dijo Maurilio en su momento, está en nosotros mismos. Cristianos y no. Religiosos y no. Paganos y los no tanto. La religión, más que un refugio de penas y penurias, tiene que ser un canto a la vida. ¿No que la Resurrección se va dar? ¿No que la muerte es pasar a una mejor vida? ¿No que la muerte es un tránsito para que se cumpla la palabra del Hombre? Si es así, aunque no lleguemos al extremo de alegrarnos por la muerte del prójimo, al menos que sea una ratificación de la vida.
He visto con desgano cómo existen aquellos que quieren agregarle más muerte a la muerte. Muerte sobre muerte. Y lo hacen en nombre de la vida. Siempre he sostenido que nadie puede llorar a sus muertos eternamente. Siempre he tenido una relación con la muerte, como todos seguramente. Pero en medio de esta pandemia, y de todo el dolor que provoca la muerte repentida de varios que la padecen, hay que hacer un esfuerzo para que triunfe la vida. Ése debe ser el mensaje cristiano. Que levantemos la voz por la vida. Sin dejar de señalar a los irresponsables que nos llevaron a esta situación crítica lo fundamental es la vida. La vida, tiene que ser la prioridad en estos momentos que la muerte parece avasallarnos. Quienes no están por la vida, ya se han alineado con la muerte y, como en Ruanda, habrá también tiempo para ellos cuando la vida triunfe. Ellos son los que nunca se preguntan y, por lo tanto, no encuentran respuesta a la pregunta vital ¿Dónde está Dios?.