Por Miguel Donayre Pinedo
El año pasado por estar de viaje no pude ir a la feria del Libro de Madrid que se realiza en plena primavera peninsular cada año. Ese clima inquieto que cuando menos piensas cae un fuerte aguacero o te escueces de calor, seguido del dicho que hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo. Mi suegra grafica el clima madrileño por estos días, que del escote al abrigo se pasa de un día para otro. “En la 70 edición de la Feria del Libro de Madrid, con 349 casetas, han participado 447 expositores, 39 más que el año pasado, de los que 117 son librerías, 292 editoriales, 11 distribuidores y 27 organismos oficiales, con un total de 12 kilómetros de estanterías con exposición de libros, lo que la convierte, por unos días, en la librería más grande de España”, eso decía la coletilla de la página web oficial. Extrañaba ese gentío, las casetas de las librerías, editoriales, instituciones públicas, escritores y escritoras firmando libros a lo largo del Paseo de Coches del Parque de El Retiro. Claro, la muchedumbre que menciono con variopintos intereses desde comprar libros, ver novedades editoriales hasta aquellos que se escapan a ver famosos de la farándula que escriben libros y por juzgar por las colas que hacen sus fans debe ser voraces lectores o lectoras y el éxito editorial de por medio. Este año iba a tiro hecho, eso presumía. Me compraría dos libros pero al final compré dos pero no los que pensé, fueron otros. Me ganan las emociones pero una emoción se cura con otra más fuerte sostenía Spinoza, así quiero entender y racionalizar las elecciones a los libros que no estaban previstos.
PD: En el poblado literario de Isla Grande la publicación de un libro en lugar de alegría emerge la rabia, ¿será la tirria a leer?