ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
¿Tener durante un semestre a investigadores rentados que se ocupen, por ejemplo, de investigar lo que hizo antes, durante y después de su paso por Iquitos el cónsul irlandés Róger Casemet y luego se elabore un libro desde la floresta? ¿Compartir experiencias durante seis meses con personas que se dediquen a indagar cómo llegó, cómo huyó, cómo murió y que dejó en tierras loretanas ese pionero del periodismo protestante llamado Benjamín Saldaña Roca y luego se tenga la biografía más exacta como un homenaje a su obra? ¿Pasearse durante 183 días con todas sus noches con un escritor que se dedique únicamente a indagar dónde vivió, en qué maquina escribió, qué lugares frecuentó y cuántas canitas al aire se dio mientras se empapaba de información para escribir “Pantaleón y las visitadoras” el Nobel de Literatura 2010 Mario Vargas Llosa y que el resultado sea presentado con la presencia del escritor al borde del río Amazonas? ¿Deambular por las calles y plazas con un investigador nacional o extranjero que durante 24 semanas sólo viva para conocer detalles de lo que fue la presencia de los sacerdotes agustinos en Iquitos y nos enteremos con todo el rigor científico de los logros y no de aquellos curas oriundos y foráneos que tanto hicieron por la Amazonía y que los hallazgos sean publicados como homenaje a la verdad y la vida de quienes también evangelizaron la ribera? ¿Que un estudiante de Ciencias de la Comunicación reciba un incentivo durante doce meses para que nos entregue la historia completa del periodismo en Iquitos donde hubo publicaciones que, literal, eran mejores en fondo y forma que las actuales y sepamos cómo es que se han ido transfiriendo las propiedades intelectuales y empresariales de los medios de comunicación para que luego todo quede plasmado en un libro de consulta necesaria para todos los que queremos saber la historia de la capital loretana?
Claro que sí se puede. Plata hay. Financiamiento se consigue. Lo único que necesitamos es ponernos de acuerdo en las formas. Lo único que necesitamos es que los que hablan de desarrollo mientras se llenan de angurria anunciando proyectos de carreteras, pistas, colegios y más fierro y cemento decidan emprender una cruzada que -en menos de una década- tenga a Iquitos como la única ciudad que promueve la investigación seria de forma multidisciplinaria con la participación de todas las instituciones. Bajo la batuta de cualquiera de las entidades académicas que funcionan en Iquitos se pueden reunir los representantes de todas las instituciones y elaborar un proyecto que nos ilumine a todos.
“No sé si existen en el mundo muchos centros como el Wissenschaftskolleg, pero, en todo caso, deberían abundar. Es un centro público, que invita cada año entre treinta o cuarenta investigadores de distintos países y disciplinas, por un semestre o un año, para que completen una investigación o terminen un libro. La única obligación que tienen es hacer una exposición ante los otros becados sobre lo que piensan hacer y, luego, almorzar dos o tres veces por semana con los otros investigadores”. De esta forma Mario Vargas Llosa ha recordado su paso como fellow en el Wissenschaftskolleg de Berlín. Por ahí estuvo durante seis meses pensando, escribiendo, releyendo y disfrutando de todos sus recuerdos que luego se convertiría en “El pez en el agua”, una obra autobiográfica pero que explica las condiciones políticas y sociales de los peruanos.
¿Podemos imitar un Wissenschaftskolleg? Sí. Y debemos hacerlo. Los becarios de la Wissenschaftskolleg son elegidos sin restricciones en el país de origen, la disciplina, o la posición académica. Con la ayuda de un consejo asesor internacional, invitaciones a académicos y científicos, están diseñados para promover el intercambio a través de fronteras disciplinarias y entre investigadores de diferentes culturas. La idea es que los investigadores deben tener la libertad de elegir a sus propios proyectos de investigación distintivos. “Las únicas obligaciones de los becarios son residir en la Wissenschaftskolleg, y se reúnen una vez al día durante una comida y todos los martes para el coloquio semanal. En cada coloquio, un compañero presenta su trabajo a los demás becarios seguido de una hora de discusión rigurosa”, se lee en la página informativa que tienen.
Eso se vive en Berlín. Para quienes conocen esa ciudad alemana no les debe resultar sorpresiva la permanencia de una institución así. Pues es conocido que ese pueblo alemán tiene una vida cultural llena de ofertas para los oriundos y visitantes. Imitando lo que ahí hacen los alemanes podríamos tener en Iquitos una promoción permanente de investigadores que hoy, es verdad, pasan por la isla de manera aislada enviados por sus instituciones y publican de vez en cuando. Con la aparición de un instituto similar al Wissenschaftskolleg en Iquitos utilizaríamos una parte de los recursos económicos para el desarrollo de la historia, el entendimiento de la historia y el emprendimiento de proyectos que tengan como base el conocimiento. Es un sueño, sí. Pero podríamos hacerlo realidad.