ESCRIBE: Tato Barcia

En mi artículo de la semana pasada reseñé las razones por lo que Iquitos es la más cara del país y probablemente de Latinoamérica. Y ésta no es una mera opinión empírica sino que está basada en indicadores de diferentes instituciones del Estado que estudian el avance y retroceso de la pobreza monetaria. Cada año tenemos nuevas estadísticas, pero veamos qué define realmente la pobreza. ¿El material de nuestra vivienda? ¿El acceso a servicios básicos? ¿Nuestro nivel educativo y acceso a la salud? Sin duda, la estimación de la pobreza monetaria es insuficiente para capturar todo el espectro de lo que significa tener condiciones de vida inadecuadas. Brechas de saneamiento, de conectividad, de educación, de seguridad y varias otras limitan el proyecto de vida de miles de loretanos y no pueden ser fácilmente convertidas a gastos en soles. Eso, no obstante, no significa que el indicador de pobreza monetaria sea irrelevante: después de todo, revela mejor que ninguno la capacidad que tienen las familias de acceder a los bienes privados del mercado, desde comida hasta transporte o vestimenta.

En Loreto existe el 59.77% de personas con al menos una necesidad básica insatisfecha. El 23.60% de las niñas y niños menores de 5 años presentan desnutrición crónica y 60.73% de las niñas y niños entre 6 y 35 meses tienen anemia. Estas son las cifras que encontramos en las fuentes oficiales, pero ¿qué significa en realidad? Estos números representan familias que no tienen acceso a agua no contaminada. Familias que deben caminar entre 30 minutos a una hora para conseguir agua cuando el río está seco y que viven literalmente sobre el río cuando está crecido. Las cifras hablan de personas que no tienen energía eléctrica en sus hogares o que tienen luz sólo hasta las 9 de la noche. Los porcentajes muestran niñas y niños que no poseen seguridad alimentaria porque en época de creciente no hay superficie sobre la cual cultivar y el alimento es escaso. En las comunidades más pequeñas, deben viajar a otras comunidades para ir al colegio, para acceder a servicios de salud. Las carencias antes descritas afectan la vida de la población de diferentes formas. La falta de acceso a agua segura influye en la salud de los pobladores y en el porcentaje de infantes con anemia y desnutrición. La restricción de energía eléctrica implica que no pueden estudiar durante la noche y reduce la productividad de los adultos. La falta de seguridad alimentaria tiene un impacto directo en los índices de anemia y desnutrición.

Por último, el tiempo invertido en viajar para acceder a salud y educación implica una barrera de acceso que no todas las familias pueden superar.

Loreto está sumida en la peor crisis económica de su historia tras dos quinquenios de pésimos manejos políticos. Este caos económico reinante era previsible tras la gestión desastrosa del último gobernador regional que manejó equivocadamente los destinos de Loreto. En los últimos 4 años han cerrado más de dos tercios de las 600 empresas que existían a inicios del año 2015, afectando el empleo. A la par, la inflación ha pulverizado el salario real y el poder de compra de los iquiteños este año 2019, según algunos especialistas, debido a la entrada en vigencia de la “Ley No 30879” se estima que la contracción de la economía será de 20%, una cifra catastrófica considerando que la región ya ha perdido más de la mitad de su Producto Interno Bruto en los últimos años.

La informalidad debe entenderse como la principal causa directa, al generar sobre-costos de comercialización que se pueden traducir en ejemplos como: en términos generales los servicios, la alimentación, el transporte, el alojamiento y la ropa hecha en Perú son más caros que en Europa. Los costos de los alimentos varían dependiendo donde lo compres. Si los adquieres en una tienda del Jr. Próspero es más caro a comprarlos en un ambulante de la zona del mercado de abastos de Belén. Sin embargo, la calidad de los productos es inferior que en los primeros, debido a que pertenecen al “Tier 4”. Y es que para describir la realidad loretana, hay que vivirla para contarla. La “Ley No 30879”, lo único que ha fomentado “es mayor informalidad” ya que se ha permitido el ingreso de productos de marcas económicas que no se comercializaban en la región y que son traídos por comerciantes informales ya que las empresas que gozaban de los beneficios tributarios tenían que ser formales, debido a que el procedimiento de verificación era muy estricto en cuanto a las formalidades que debían cumplir para que se puedan acoger a su devolución. Por el mismo procedimiento que exigía la normatividad que estuvo vigente hasta diciembre del año pasado.

Además de lo referido, se generará dentro de poco una tasa negativa demográfica de crecimiento poblacional y sobre todo empresarial. En otras palabras, en los próximos años tendremos una disminución de la población. Acompañado de una fuerte disminución de la cantidad de empresas formales ya instaladas aquí, acompañado por una total falta de apertura de nuevos emprendimientos comerciales, ya sea de inversionistas locales, nacionales y/o extranjeros. Debido a la falta de incentivos y a una «seria inseguridad jurídica, ya que la citada ley genera un precedente negativo hacia la inversión privada». Con respecto a la fuerte migración de nuestra población aludida. La misma estará provocada por varios factores. Como las graves distorsiones en el funcionamiento del mercado de Iquitos debido a su imprevisibilidad. Aquí en este punto, es importante resaltar que los principales emprendimientos empresariales y comerciales en Loreto estuvieron liderados por personas procedentes principalmente de las regiones de Junín, Huánuco, Ucayali y San Martín, con raras excepciones locales. Los habitantes de Iquitos tienen una alta tendencia a ser burócratas administrativos. Principalmente profesores, policías, enfermeras o funcionarios públicos según la profesión que tengan. La búsqueda de mejores oportunidades laborales es y será la principal causa de la migración de ciudadanos loretanos. «Las personas emigran porque quieren una mejor oportunidad laboral, al no encontrarla abiertamente en nuestra región”, creen que saliendo pueden tener esa oportunidad. Muchas de las personas que emigran de forma irregular lo hacen principalmente a la ciudad de Lima, y porque fueron víctimas de múltiples atropellos y violaciones de sus derechos laborales, debido a la alta tasa de informalidad laboral existente aquí. «No podemos hablar de crecimiento económico y desarrollo sostenible, sino hablamos de protección social para las personas». La desintegración salarial del mercado laboral de Loreto es el primer factor, que marca una clara diferencia, que el PBI per cápita de Loreto es el más bajo de las 25 regiones del Perú. Esto se debe a Loreto arrastra una fuerte recesión económica desde el año 2015. Mientras que en otras regiones se han experimentado tasas positivas de crecimiento superiores a las nuestras. Es también importante darse cuenta que en una economía los costos de unos son los ingresos de otros. En Loreto existe la tendencia a creer que los problemas se resuelven solos. Vivimos tiempos de malestar y pocas expectativas. “Y MIENTRAS TANTO NUESTRA REGIÓN VIVE SU PEOR RECESIÓN ECONÓMICA EN LOS ÚLTIMOS 100 AÑOS; SOLO COMPARABLE CON LA CAÍDA DEL BOOM DE CAUCHO DEL AÑO 1918″.

Según estudios realizados, el Perú tiene un costo de vida intermedio en comparación de otros países de Latinoamérica. Es más barato que Brasil, Ecuador, Colombia o Chile, pero más caro que Bolivia y Paraguay. Pero la ciudad de Iquitos es un caso especial, debido a su aislamiento geográfico. A pesar de estar rodeada por un “MAR DE AGUA DULCE”, Iquitos tiene un pésimo servicio de agua potable. Cientos de millones se invirtieron en dicho proyecto, pero nada. Odebrecht y su pandilla se embolsicaron el dinero. ¡CORRUPCIÓN TOTAL! Aunque resulta absurdo, Iquitos geográficamente se encuentra dibujada y bordeada principalmente de tres grandes y serpenteantes ríos: el más caudaloso del planeta, el mítico Amazonas; Nanay y el Itaya. Estos dos últimos afluentes del primero, y además del lago Moronacocha. Por otro lado, Iquitos está en pleno corazón de la Amazonia y es la mayor ciudad del mundo a la que no se puede acceder por carretera. Y busca hoy desesperadamente en el turismo sostenible para poder sobrevivir y que la permita recuperar la pujanza que tuvo a principios del siglo XX, cuando la efímera industria del caucho la convirtió en uno de los lugares más ricos del planeta.

La cruda verdad es que Iquitos está a cinco días en barco del primer camino accesible para un automóvil, la “Isla Bonita” vive hoy lejos de la gloria alcanzada entre 1880 y 1914, cuando la explotación del caucho generó de la nada, inmensas fortunas que también desaparecieron de la noche a la mañana junto con esa industria. Fruto de esa época, que explotaba salvajemente a los indígenas amazónicos para recolectar y transportar el caucho hasta los embarcaderos de Iquitos, desde donde salía directamente rumbo a Europa y los EE.UU. Iquitos se llenó de símbolos de poder económico y estatus cuyos fantasmas aún se ven por la ciudad. Tras el caucho, Iquitos vivió varios «renacimientos» vinculados a productos como el barbasco, un biocida para grandes plantaciones que murió con el surgimiento de los insecticidas químicos, o el petróleo, que a partir de 1935 permitió a la ciudad mantener cierto impulso económico. En 2015, en la zona de Iquitos quedó tan solo un pozo en explotación debido a sus altos costos y falta de madurez de las autoridades regionales, lo que ha dejado a la ciudad en manos del turismo.

Las carreteras acompañan el desarrollo económico y social gracias a que permite el desarrollo de servicios públicos de calidad, incentiva la actividad privada, aumenta su productividad (y por consiguiente la de la región) y eleva la calidad de vida de la población en su conjunto. Las carreteras son el medio de conectividad más importante en nuestro país. Además de su función primaria de permitir el traslado de las personas, son un activo utilizado tanto por el sector público como por el privado para reducir los costos de transacción, sobre todo para los mercados regionales, que gracias a ellas consiguen una mayor integración con los centros económicos de la Costa. Así, en conjunto, la economía está mejor si cuenta con más carreteras y estas son de calidad -en materia energética–, Iquitos está aislada del resto del país. Es una ciudad de cerca de 500 mil habitantes, que no está integrada al Sistema Eléctrico Interconectado Nacional (SEIN). Iquitos se abastece de energía térmica cara e inconstante. Así las cosas, las empresas loretanas compiten en desventaja frente a sus pares del resto del país. En el ámbito logístico Iquitos es – quizás – la ciudad de mayor población del mundo sin acceso terrestre. Efectivamente, a Iquitos sólo se puede llegar por aire o por agua.

En la actividad portuaria en Iquitos, existe un problema de vital importancia: la informalidad en los servicios portuarios fluviales, que afecta a las distintas actividades de la cadena logística. Y es que el transporte fluvial se encuentra ligado al uso de embarcaderos informales, los mismos que pueden cambiar su ubicación o uso, dependiendo de las condiciones de navegabilidad de los ríos. Este tipo de transporte se presta generalmente en condiciones de ineficiencia, que se traducen, muchas veces, en elevados costos logísticos que terminan por afectar al consumidor final. Este problema es delicado en Iquitos dado que a pesar de ser el gran centro de consumo de la Amazonía peruana, no existe acceso terrestre a nuestra ciudad, de modo que el único acceso económicamente razonable es por la vía fluvial, convirtiéndola en una ciudad relativamente cara y por tanto, poco competitiva. Productos de mayor valor o rápida obsolescencia se transportan por vía aérea, a costos mayores.

Por todos estos motivos –y con justa razón– los loretanos claman por la línea de trasmisión de energía Moyobamba – Iquitos, y por la carretera Iquitos – Saramiriza – Costa Norte. Los trazos y especificaciones técnicas de ambos proyectos están definidos, y sólo queda ejecutarlos. Pero eso sí – ojalá – sin coimas ni sobornos de por medio.

El Trapecio Amazónico – o triple frontera – compuesto por Santa Rosa (Perú), Tabatinga (Brasil) y Leticia (Colombia) es un monumento a la desigualdad. Perú pobre y abandonado. Sin embargo, Colombia y Brasil dignos y civilizados. ¿Migraciones y Aduanas? Mejor sería establecer una zona de libre tránsito de personas y mercaderías, pero no. Hay que crear controles para poder coimear.

Pero eso no es todo. A los males del aislamiento y la corrupción, a Loreto hay que sumarle la debacle de sus otrora prósperas industrias petrolera y maderera.

Los continuos sabotajes al oleoducto norperuano –y la permisividad del Estado frente al vandalismo y la delincuencia– han causado daños irreparables en la industria hidrocarburífera. Resultado: se esfumó el canon petrolero de Loreto.

En el ámbito forestal la cosa es similar: Muchas empresas madereras han desaparecido. Miles de trabajadores han quedado desamparados. La lucha contra la tala ilegal –lucha con la cual estoy de acuerdo– no fue contrarrestada con una política que promoviera una forestería formal, bien manejada y sostenible. Total, nuestra balanza comercial forestal sigue siendo deficitaria, a pesar de tener uno de los bosques más extensos y productivos del mundo.

Los empleos; no obstante, no se crean en el vacío. Son consecuencia del movimiento económico de la región y de la inversión privada que le da impulso. De hecho, cada punto de crecimiento del PBI está asociado en el 2019 con una reducción de la pobreza de 0.30 puntos porcentuales. Aunque muchas variables tienen impacto sobre la calidad de vida y niveles de pobreza de la población más vulnerable –y es importante diferenciar las necesidades de la pobreza rural de la urbana–, es casi un ejercicio de aritmética simple determinar que sin crecimiento, inversión, productividad y mejores empleos superar la pobreza es imposible. Y es que Loreto tiene una “economía sumergida” en la informalidad. En primer lugar, muchos individuos, muy pocos capacitados, dedicándose a las mismas labores productivas y ocasionando una sobresaturación de oferta en los mismos servicios. En Loreto más del 90% de trabajadores se mantiene en la informalidad laboral, aproximadamente. Incluso, según INEI, la informalidad laboral creció en 4.3% en el 2018. En ese escenario, la competencia se hace más extrema, más aún cuando no existe una organización formal de la sociedad. El Estado en la Amazonía loretana está derruido y ha tratado de ser recompuesta en trozos durante los últimos 20 años. No ha sido concebido para garantizar el “bien común”. Es, sobre todo, un gran ente recaudador que administra algunas funciones sociales y públicas. Y es la principal explicación que justifica la existencia de la informalidad en nuestra región, ya que ha sido utilizada de forma exagerada para la alicaída economía. No pueden seguir usándola de esa manera indiscriminada, porque los pocos empresarios formales tienen una visión fatalista del ente tributario, que se percibe que está indefinidamente en un limbo económico y que puede ocasionar consecuencias lamentables. Otro elemento en el que se recomienda trabajar es en la bancarización de la población, pues la formalidad trae consigo mejores niveles de bancarización, así como mayor acceso al crédito. Esto generaría un cambio en estilo de vida del trabajador y de las familias loretanas.

Si realizamos una lista de los eventos negativos que ha sufrido nuestra región, observaremos que la informalidad es la causa de la mayoría de ellos. Pues no solo se ha quedado en el ámbito económico, ha tomado espacios en lo político, en la cultura y en la academia. No habrá futuro para nuestra región si nos quedamos en la informalidad, es decir en una “economía sumergida”. Para ello hay que recuperar la idea del Estado como garante del “bien común” y crear las condiciones para formar una región de ciudadanos. El orden trae seguridad. Y una vez logrados, sobre esos cimientos se construye todo lo demás. En mi artículo de la semana pasada les detallé los aspectos negativos que genera la “Ley No. 30897” para Loreto. Y habría que empezar conociendo el destino del famoso “FIDEICOMISO” con el que terminaron canjeando nuestros beneficios tributarios. No olvidemos que este es uno de los temas de gestión pública con mayor relevancia para los ciudadanos de a pie: cómo nuestras autoridades regionales y municipales ejecutan sus presupuestos anuales. De una simple revisión de los “Índices de Competitividad Regional (Incore), que evalúa 45 indicadores agrupados en seis pilares” que año a año publica el IPE se aprecia claramente que las regiones que más progresan y que ofrecen los mayores niveles de calidad de vida a sus ciudadanos son aquellas que priorizan proyectos dirigidos a solucionar los verdaderos problemas de la población. Ya que esto luego se refleja en altos índices de confianza y aprobación. Y esta ineficiente ejecución del presupuesto del GOREL responde a que “NO” cuenta con un capital humano capacitado para asumir estos retos. En segundo lugar, la falta de continuidad en los procesos. Cada nueva gestión cuestiona lo priorizado y realizado por sus predecesores, pues piensan que son ellos quienes tienen la solución. Esto lleva a que cada cuatro años se tienda a iniciar proyectos que por lo general ya habían sido propuestos antes. Esto, lógicamente, se traduce en pérdida de tiempo y dinero. Y sobre todo que lo poco que realiza lo destinan a proyectos de corto plazo, es decir solo invierten en proyectos efectistas. Muchas veces el presupuesto es desviado hacia proyectos que pueden ser terminados en poco tiempo (plazas, obras administrativas y otras), pero que no impactarán significativamente en la calidad de vida de los loretanos. Por eso, considero fundamental que el GOREL cuente con un equipo de trabajo donde incluya tecnócratas en ejecución de proyectos públicos. Esto permitirá tener un balance entre proyectos de corto y largo plazo. Los primeros transmitirán a la población que se tiene interés en su día a día, mientras los segundos buscan resolver problemas más estructurales y vinculados con el desarrollo de la región.