La dama del Amazonas
Por Miguel Donayre Pinedo
Para zalameros y sobones las autoridades en el poblado literario de Isla Grande no desestiman inflamadas apologías. Derrochan palabras y lisonjas. La ponderación no es su fortaleza, escasea. Cuelgan el letrero de: se busca ponderación. La poca dignidad, si la tienen, la han arrinconado en los cajones de su escritorio. Hace un tiempo llegó al marjal una concejala de un Ayuntamiento peninsular y entre agasajos y risas se ganó el mote de La Dama del Amazonas, nadie entendió las razones del título honorífico, salvo la autoridad que la puso [comentan en los mentideros periodísticos que inclusive le pusieron su nombre a un deslizador, la huachafería nos pinta de cuerpo entero]. Así somos de fáciles en Isla Grande, a la primera de cambios nos llevan al huerto. Esa misma concejal o Dama de los marjales, maneja un presupuesto anual de 800 millones de euros, es la encargada en la ciudad de Madrid de la Concejalía de Medio Ambiente. Así como lo oyen. Es decir, está encargada de la misión delicada de gestionar el ámbito ambiental en una urbe como Madrid con serios problemas de contaminación atmosférica como es la polución. No es moco de pavo. Hace unos días la capital del reino de España sobrepasó los niveles de tolerancia ambiental como consecuencia de la contaminación atmosférica que por cuestiones electorales no quieren tomar ninguna decisión y mientras tanto la población sigue sufriendo las consecuencias, en pleno momento tenso ¿Qué hizo la concejal Dama del Amazonas? Como el alcalde de Isla Grande, se piró. No es habida cuando en la ciudad es irrespirable. Se la busca. Sí, huyo luego de declarar que más que la contaminación asfixia los índices de paro, es como mezclar papa con camotes. Las soltó así tan fresca y no se apareció más por la villa de Madrid, según comentan los diarios. La Dama del Amazonas o de los platanales como diría el poeta Percy Vílchez, hizo poco honor a su nombre de significados ecologistas, ante la adversidad metió la cabeza en el hoyo. Debería servir de lección a las autoridades de Isla Grande que con facilidad asombrosa se bajan los pantalones ante los visitantes.