La marcha
Por Miguel Donayre Pinedo
El día era un agradable día de sol. Esos primaverales que no llegan a los treinta grados ni bajan de los veinte. Se convocaba a una marcha a favor de las actuaciones del Juez Baltazar Garzón y la memoria de los represaliados del franquismo. La marcha transcurría a ratos en silencio como si la memoria y la injusticia pesaran sobre nuestros hombros y los gritos de reivindicación a favor de una administración de justicia más justa. Entre los que asistíamos a la marcha, dicen unas cincuenta mil personas, iban personas de todas las edades. Niños acompañados de sus padres, abuelos y abuelas, jóvenes, personas con diferentes perfiles. Era una marcha tranquila y pacífica. Era una marcha de conciencia. Por la justicia no sólo frente a Garzón sino por la falta de reconocimiento a las víctimas de parte del Estado español. Aquí no había exceso de memoria, como afirmaba un historiador recientemente si no sed de justicia que tarda y no llega.