Un cocama en Dakar (3)
Por Miguel Donayre Pinedo
En Dakar en cada paso por estas avenidas llenas de gente muy inquieta te van ofreciendo un poco de todo [seguro que te pueden ofrecer un avión]. Al tropezar en un bache en la pista [se camina por la pista porqué las veredas no existen] se me viene a la memoria el libro de Amin Maalouf, Orígenes. Es una evocación a la historia personal desde sus ancestros. Tiene como leitmotiv los murmullos de las personas que viven en la diáspora. Los descarriados. Esos que escriben desde los márgenes. Su tío abuelo inmigró a Cuba y desde allí, a cuenta gotas, por los tiempos y la separación física, tendía puentes sobre su familia [luchaba con los acomplejados, apocados e intolerantes que no entendían su paso por otras tierras, los que buscaban cualquier pega sin fundamento para criticarlo]. En la perseverancia para contar llega a rastrear sus pasos hasta Ellis Island, isla que está ubicada a la entrada de la ciudad de Nueva York y era de paso forzoso para quienes inmigraban al sueño americano. Si pueden visitar el museo de allí, deben hacerlo, es un alegato de la esperanza y a los sueños cumplidos o no de muchos seres humanos. El testimonio trashumante de Maalouf es simplemente elocuente. Lleno de ternura y nostalgia hacia aquellos que precedieron su paso. Cuando recibía el Príncipe de Asturias 2010, recientemente, evoqué al maestro de escuela que fue su abuelo, pensé por unos segundos quien hablaba era él. Los abuelos, los primos, las primas cada uno de ellos daban insumos para que el pudiera contar a partir de las cartas de sus ancestros. Era caminar con un lamparín en la oscuridad del tiempo. Era luchar contra la mezquindad provinciana de mucha gente. Es la historia de la trashumancia, nada fácil por cierto.