Un cocama en Dakar (2)
Por Miguel Donayre Pinedo
En 1978 la reconocieron como lugar patrimonio de la humanidad por la UNESCO. De aquí salieron entre 12 a 15 millones de personas como esclavos para tierras americanas: Caribe, Estados Unidos de América y Brasil, preferentemente. Estamos hablando de la Isla de Gorée. Está a unos veinte minutos en ferry desde el puerto de Dakar. Mientras vas a la isla, un frío te recorre el cuerpo. Sí, quince millones fueron descepados de estas tierras para que sirvieran en las plantaciones de esos países con toda clase de vejaciones. Además de la diáspora perpetua. Acojona. Al llegar a la isla nos perdemos en sus callejas. Hay niños y niñas en la escuela jugando, nos saludan efusivamente. Hay muchos puestos de venta de pareos de todos los colores. Hay pintores naif por los alrededores y seguidores de Bob Marley (en la música y todos los demás). Pero el momento más fuerte emocionalmente está en la casa rosada donde los alojaban a los que iban a ser el viaje sin vuelta. Internamente me quebré. Mi corazón estaba en un puño. En unas escaleras se realizaban las transacciones a mano alzada. Revisaban si los esclavos estaban bien de salud y luego viajarían como latas de sardina al otro lado del charco. Este es uno de los lugares de la memoria que los seres humanos no debemos olvidar nunca. Es una herida abierta. Nos debe restregar en nuestra conciencia. Pero la isla se rehace de su dolor y la primera semana de noviembre de todos los años ofrece el Festival de la Diáspora. Un canto al perdón.