En Kigali leía una crónica de nuestro Nobel de Literatura sobre la crisis de los refugiados en Europa, la crónica llevaba por título la situación del niño fallecido en las playas turcas. A pesar que el artículo mostraba una gran empatía con las personas que huían de las guerras en sus países de origen, nuestro afamado escritor, obviaba un dato relevante en la crisis. Ese dato era el referido a las guerras en los países de origen. Pareciera que estas guerras surgen o emergen por las luchas intestinas de sus líderes locales que en parte tiene razón. Pero olvida la correosa historia que existe por detrás. Estas guerras, muchas veces, motivadas por las potencias imperiales (se sienten los grandes ajedrecistas del tablero mundial que no le llegan ni a los tobillos del maestro Quiñones, gran ajedrecista peruano) han sido las causantes del éxodo reciente de estas poblaciones que solo quieren vivir en paz con sus familias y en su propio país. Un niño en este exilio sangrante y forzado señalaba a los líderes mundiales: que paren la guerra. Lo cruel de todo esto es la situación que está pasando en Siria. El presidente de ese país, nada democrático, que bombardea a la población civil (me recordaba a los bombardeos de Somoza en Nicaragua contra su propia población que vulnera y vulneraba principios de Derecho internacional humanitario) ante la inercia de los Estados europeos y de Estados Unidos de América (hasta las potencias imperiales ahora no pueden resolver la crisis de los refugiados y estamos a las puertas del invierno). Se han movido muy poco para encontrar la paz (los intereses económicos y de las armas es lo que más pesa. En este contexto, es de broma la actitud del presidente francés. Hoy día dice sí, mañana dice no.) Antes el mandatario sirio era un villano y ahora, no saben cómo tenerlo como socio y amigo – la Rusia de Putín (en peruano este apellido genera mil interpretaciones rectas y retorcidas) se lleva de maravillas con ese más que cuestionado líder sirio. La diplomacia está mostrando su peor cara, no solo debe ser de convites y reuniones en hoteles de cinco estrellas. En lugar de buscar soluciones comunes, lo primero es mirar que es de lo mío. El interés por la humanidad y sus consecuencias de las malas decisiones les importa un comino. Cruel destino nos espera.

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