46 setiembres

Son diez puntos pero pueden ser más. Pueden, si se quiere, adquirir dimensiones de anacondas. Pero no hay que abusar de la confianza. Así que va este auto regalo como una forma de agradecer a la vida que me ha dado tanto, demasiado.

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Siempre es bueno hacer un recuento del paso por este mundo y un repaso por detalles que han marcado la existencia. Porque al final de cuentas, la vida no es más que el recuento de aquellos recuerdos de los mejores momentos. Ya sea un lugar, una canción o una frase nos traslada a los años idos.

En setiembre de 1966 en el fundo estrella nació el séptimo hijo de la unión entre Carlos Toribio y Julia Judith. El distrito se llama Barranca y pertenecía a la provincia de Alto Amazonas. Es muy difícil conocer detalles de lo ocurrido antes, durante y después del parto y en estos días he recordado muchos pasajes de los 46 años de este acontecimiento. Me imagino que todo nacimiento es motivo de alegría. A veces en la soledad de las madres solteras, a veces en la lejanía del padre que por motivos de trabajo tiene que estar ausente en el alumbramiento de una persona que ha sido creada entre dos. Pero siempre está impregnada de alegría.

Mucha agua ha corrido por el Alto Marañón, debajo o no de los puentes tangibles e imaginarios que el colectivo transmite de generación en generación. Esa agua ha servido para beberla. Hablo de las aguas a veces turbias y otras diáfanas de la vida misma. Porque nuestra presencia en este planeta nunca es negra o blanca, tiene sus matices. Y esos matices son los que le agregan adrenalina donde el aburrimiento quiere establecerse.

Aún no sé por qué razón pero desde que tengo uso de razón los setiembres me llaman a la melancolía. Sino a la tristeza, por lo menos a la melancolía. Pero, celebraciones son celebraciones e intentaré un repaso arbitrario a lo que ha sido parte de esos 552 meses en este mundo y que han estado impregnados de harta, a veces demasiada, felicidad. Ahí van.

1.- El día en que tomado de la mano mis padres me llevaron a Bellavista-Nanay para embarcarme en un hidroavión para viajar a mi tierra y me computaba el más bacán de los bacanes con mi polo mangalarga con la cara inmensa de Archi.

2.- Las tardecitas mojadas en las que mi madre me enseñaba cómo debo bañarme sin descuidar ninguna parte del cuerpo y la ducha era un alivio tremendo con el olor a “pacocha” que se quedaba en mi cabello.

3.- Las mañanitas en las que mi madre me enseñaba el padre nuestro para pedir a los de este y los otros mundos que nos acompañaran en la jornada diaria. Y venía aquella frase “Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día”.

4.- Las jornadas futbolísticas de “Pelota de Trapo” donde toda la familia se reunía en torno a unos diablitos que creían alcanzar la gloria metiendo goles a los rivales y recibían el aplauso del respetable. Uno de esos diablitos era yo y cada vez que posaba para la foto pretendía hacerlo como mis ídolos, es decir como un señor llamado Juan del Águila y otro de nombre Henry Perales. Muchos años después uno de ellos sería mi entrenador durante mi corta y nada fructífera carrera en la primera división del fútbol maleado.

5.- La tarde soleada en que mi tío-padrino, el entonces general dela Guardia Republicanadel Perú, Jaime Humberto Vásquez Vásquez me llevó a una tiendita de ropa importada para obsequiarme lo que mi deseo escogiera y opté por una zapatilla azul y un short celeste que me ponía en ocasiones especiales, es decir, casi nunca.

6.- La mañana en que mi madre me llamó para felicitarme por haber ingresado a la universidad y su voz de sorpresa al enterarse que el futuro abogado en realidad deseaba ser periodista. Muchos años después comprendió que la vocación es la vocación y aquí andamos abrazándonos como siempre.

7.- Las mañanas limeñas (que ahora son muchas) en las que mi hermana Naty llama al celular para preguntarme qué deseo almorzar y me hace el gusto con el mayor agrado y su envidiable sazón hace de mis comidas el mejor antídoto a la nostalgia.

8.- El par de noches en el estadio nacional junto a mi hijo Maurilio gritando el triunfo peruano ante Venezuela y el empate frente a Argentina como si con esos resultados aseguráramos el pase al mundial. Pero nadie nos quita lo celebrado.

9.- Las mañanas de tertulia con Chema Salcedo en su “oficina” del óvalo Gutiérrez comprobando que la palabra bien puesta y mejor pronunciada es una de las maravillas naturales del mundo que se agranda en los labios de ese grande del periodismo mundial. No solo grande por periodista sino por ser humano.

10.-  Las soleadas primaverales con Mónica, Maurilio y Daniela y todos los que quieran acompañarnos para disfrutar de las playas loretanas entre brindis y asados en donde los dedos de Silvia hacen de los potajes perfectos cómplices de los triglicéridos.

3 COMENTARIOS

  1. Hola Jaime, felicidades, esperando que lo hayas pasado muy bien en tu día de tu santo,en unión de tu esposa, hijos y demás familiares que te rodean, como tú lo dices Jaime, nuestra presencia en nuestro planeta nunca es blanca y negra, tiene sus matices, esos matices lo estas poniendo ahora, por que Dios a querido, siga adelante en tu vida personal y profesional, demostrando que el loretano sí puede.
    Éxitos Jaime.

  2. Un cordial saludo para Jaime Vaasquez Valcarcel, por los 46 Setiembres, que marcan siempre hitos en la comunicacion y en los quehaceres humanos. creo que la vida es de todos , pero hay que planificarlo para que se logre metas, las cosas humanas no vienen del azar, hay que tener capacidad , personalidad y a veces suerte como decia un chileno, catedratico él, y creo que esta’ en lo cierto.
    Muchos exitos y que se vayan cumpliendo tus metas Jaime Vasquez V.

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