En el Perú ha sucedido una catástrofe, un holocausto un verdadero exterminio pues el órgano técnico encargado por este gobierno para sincerar las cifras de los muertos producto de la pandemia ha concluido que en el Perú habido más de 180 764 muertos en 14 meses de pandemia. Lo más probable es que lleguemos a más de 200 mil hasta diciembre lo que nos convierte en uno de los países con más muertos per cápita en el mundo.

Nadie se atrevía a sincerar estas cifras por incapacidad, miedo político o cálculo electoral, sin embargo, el gobierno no ha querido irse sin evidenciar algo que ya en la población estaba consentido. Había muchos más muertos de lo que informaban. Obviamente hay interpretaciones para todos los gustos y pesares tardíos, pero algunos hechos demuestran sobremanera lo que está pensando la gente y qué lo está llevando a orientar su voto.

El Perú tiene un sistema sanitario pobre, en crisis y la primera atención (la periférica) casi no existe. Este vacío que a adrede se ha consolidado hace décadas ha parido los grandes negocios de las clínicas, farmacias y laboratorios. Una ausencia del Estado ha desguarnecido al sistema, luego ha languidecido en todo y cuando llegó la pandemia se evidenció terriblemente estas circunstancias generando la sensación que gobiernos de derecha nunca se interesaron por el sistema básico de la salud.

Alguno países son más pobres pero no tienen tantos muertos, responden algunos que quieren ver el vaso medio lleno. Acusan también al sistema educativo formal, la sociedad, las familias son muy indisciplinados por lo cual no obedecen normas sanitarias que se imponen en su bien. Algunos señalan que la informalidad que cunde ha explosionado los contagios y ante este desorden, ningún Estado podría haber actuado con éxito. Cualquiera que fuera la causa, estamos hablando del sistema que promueve una carencia de educación que generacionalmente ha fallado. O, en el peor de los casos, se ha desarticulado entregándola al privado sin mayor control y con resultados meramente mercantilistas.

Estas evidencias están sobreponiéndose a los fantasmas que quieren imponer desde una prensa monolítica y abyecta en la cobertura electoral. Los miedos tan efectistas de antes parece que no producen el efecto que buscan sus promotores. ¿Cómo puedes convencer a alguien que le quitas todo, cuando no tiene nada? O por aun, cuándo observa que habido, pero sólo para privilegiados. En el fondo, más que sincerar la cifra de los muertos que ya era un sobreentendido a nivel de la sociedad, conocer los 180 mil es concluir que gran parte de esos muertos se deben a una forma de administrar el estado que, ahora, en su definición o dirección, está en juego este 6 de junio.

hectortintayaferia@gmail.com