Parecían que los dioses estaban enfadados o de fiesta, dependiendo del ánimo del viajero o peregrina, porque la ida a la Acrópolis fue pasada por agua, pero para un amazónico o amazónica, la lluvia en lugar de ser un engorro es un aliciente, un estímulo; es que la lluvia para los que vivimos en la floresta lo cambia todo, seguro que igual para los que viven en Atenas. Es una metáfora de la dialéctica del planeta tierra y alrededores. La incursión fue con un paraguas roto por el viento en plena Acrópolis mientras visitaba uno de esos monumentos. Es para quedarse extasiado de la simetría. Hay mucha armonía en cada uno de sus columnas, frisos, capiteles, otros ornamentos así como del mismo lugar donde está construida. Y a la memoria se vienen nombres como Aristóteles y sus obras como Poética, Ética Nicomáquea (estos libros los he vuelto a visitar por la persuasiva lectura de Martha Nussbaum, ella nos sugiere volver a los clásicos), Platón entre otros. Por aquí, seguramente, pasaron filósofos, rapsodas, políticos (no es el caso de Vittorio Ínsula y su ayayero periodista), estadistas y otros personajes que desde Isla Grande sigo sus pistas. Desde aquí se puede mirar el mar y desde esta misma colina se domina toda la ciudad. Aquí se gestó una de las formas de gobierno como es la democracia donde emerge el individuo en las decisiones colectivas, es un equilibrio difícil pero hay que hacerlo. Pero también nos enseña que la democracia no se puede cosificar (como sucede en España), hay que renovarla, reinventarla sino puede morir por inacción como así esta ocurriendo con la democracia moderna y los casos de corrupción, y en el caso griego es uno de los graves males que aqueja. Un duro varapalo cívico. Después de la lluvia nos espera un café caliente que es tan fuerte que tengo que ponerle un poco de leche. La lluvia sigue y no para, diluvia. Los pies lo tenemos humedecidos pero el paseo por esta colina ha revivido sentimientos republicanos, σας ευχαριστώ, en griego, gracias.

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