Estos días del postoperatorio siento que mi vida se ralentiza. Es como si fuera el protagonista de una película de cámara lenta y abunda el colorido aunque difuso. No sé, miro la vida de una perspectiva diferente mientras estoy en la poltrona azul. Sigo pensando que es lo que pasó en esas horas de la anestesia, no recuerdo nada. Las primeras noches no podía dormir, me despertaba sobresaltado. Para remediar esos insomnios leía las páginas finales de la novela de Rafael Sánchez Ferlosio, “El Jarama”, me había regalado Fofó meses antes, me dijo que era una novela que le había tomado cariño mientras estudiaba en el colegio. En verdad, ha sido un grato redescubrimiento de Sánchez Ferlosio – recuerdo haber ido a tomar café con una amiga en el Café Comercial de Madrid (hoy este Café no existe) y lo vi desde lejos ensimismado, de cabellera cana, leyendo un diario. En mis viajes por el río Marañón o Ucayali, hace unos años atrás, en las literas de los barcos leía “Alfanhuí”. Pero con “El Jarama” Sánchez Ferlosio, Premio Cervantes 2004, da una lección de cómo escribir una buena novela. Fue escrita en los años cincuenta. Todo ocurre en un día y en sus páginas se penetra poco a poco en la vida de los personajes. Unos muchachos y muchachas de Madrid se trasladan hacia el río El Jarama para pasar un día de campo y ahí transcurre la historia. Aparentemente no ocurre nada pero a través de sus diálogos, muy bien pulidos, te vas enterando de muchas cosas, de cómo era la vida en esa España gris y de represión – hay un agente del orden que llama la atención a una de las chicas por la forma de vestir. Era el período de la dictadura franquista. Los personajes femeninos son muy delineados, por ejemplo, la hija del propietario del merendero que pone en su sitio al novio al intentar este prohibirle que no ayude a su padre en el negocio. Sí pones el oído a los diálogos, encandilan como son construidos éstos, hablan con el deje madrileño que es una de las muchas formas en que suena el castellano. Cada página que pasaba de la novela me ponía triste. Trataba de aplazar para no terminarla. Ha sido un goce como lector.