Luego de salir de tu zona de confort después de un viaje y volver a ella pasan algunos días de naufragio. Llegaste a las costas y hay que continuar con la rutina. Las noticias importantes antes de la partida ya se esfumaron. Por estos días son otras. La pelea por el poder sigue incólume. Codazos, insultos, afear al otro. Los viajes y la vuelta al punto de origen nos hacen mirar con otros ojos, al menos eso me pasa. Durante la travesía leía un texto del jurista portugués Boaventura de Sousa Santos, “Esquerdas do mundo, uni-vos!” donde hace un análisis muy sugerente de cómo ve el mundo. La ventaja que tiene él es que usa con lucidez las diferentes cartografías o mapas de los distintos lugares donde se van gestando procesos políticos relevantes. Los mapas del norte económico como la del sur son superpuestos contrapuntísticamente con una habilidad digna de resaltarse. Así analiza el caso de Portugal, México, España, Colombia con gran sindéresis. Con el olor todavía de esa lectura me cito con un conocido al que no veía hace meses. Pero cada encuentro con él me tengo que preparar emocionalmente. Me explico, cuando se le acaba sus forzados argumentos intenta pincharme, lo miro siento que su venablo es estéril, no le hago puñetero caso. Es una persona encerrada en su mundo como muestran sus gafas cuadradas, todo lo mira desde su obcecado y torturante plúmbeo punto de vista. No le mueve nadie. Muy plomizo. Soy un pringado metafísico, asumo y presumo de buena fe que con él será una gustosa conversación pero es todo lo contrario. Es un desagradable monólogo de su parte que me dan ganas de salir corriendo. A ratos huele a rancio. A un mundo que él sostiene que cada vez está en el ocaso, se vanagloria que lee libros, cientos. Pero su paso de la lectura a la realidad tiene serios tropiezos. Ignora o desconoce los microclimas, topografías, zonas anfractuosas. Sufre un atasco monumental para descifrar lo que pasa alrededor. Una persona con todas las condiciones para vivir la felicidad pero él pata anda enfurruñado. Miro el reloj de soslayo, le digo que tengo prisa. Me despido. Salgo a la calle y por fin puedo respirar.

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