El hombre parecía cansado con sus 68 años, cansado de su propia historia, cansado su corazón que vivó una vida insospechable. Está a mi lado, en uno de eso tantos viajes que hago por la Amazonia, está a mi lado y desde el primer momento que lo tuve cerca nunca sospeché su historia. Su nombre es Manuel Cushichinari, pertenece a uno de los pueblos que conforma el territorio Matsés, está de regreso a Iquitos por el mismo asunto de siempre que ha venido afectando a su pueblo: las empresas petroleras. A diez minutos de haber salido de la ciudad de Requena, con un impecable castellano me habla, me entrevista sobre la política, sobre los temas de actualidad, yo respondo brevemente, se calla, luego yo le interrogo, le pregunto qué opina de lo que está pasando en la provincia, en su pueblo, él gustosamente me responde, y queriendo hacer más amena la charla, le pregunto por cuál partido político votaría para las elecciones presidenciales, le doy nombres, me dice mediante su crítica asertiva que no por ellos, hasta que le nombré el partido político “Acción Popular”, es ahí donde se quedó mudo por un momento, sentí que el mundo se había quebrado. “Yo jamás seré populista. ¿Usted lo es?, si lo es, le diré por qué yo nunca lo seré”, me dice.
Fue entonces, como una magia, que se me vino a la mente tantos libros sobre Acción Popular, sus dos gobiernos, Belaunde Terry, me suena la voz de mi madre que hablaba tan bien de él, la voz de mi padre que lo odiaba. Aparece en mi cerebro el libro “Historia de la corrupción en el Perú”, de Alfonso W. Quiroz, pienso en su gobierno: promesas rotas, favoritismo a sus íntimos allegados, tráficos de influencia en su gobierno, gastos públicos excesivos, alto déficit fiscal, la inflación y devaluación del sol peruano en 1967, escándalo de contrabando y crisis en la Aduana, todas ellas en favoritismo a las fuerzas armadas y policía nacional. “Y es que la conquista del Perú por los peruanos”, no era esa magia con lo que describía la fórmula en su libro para mejorar las condiciones del país, sino que la estrategia colonialista para integrar al Perú, (incorporar a los pueblos originarios a la “civilización”) solo era un sueño patriarcal, ya que los pueblos del ande y de la selva se mostraron renuentes al cambio, a pesar que el Perú seguía siendo un país semi-feudalista, donde el campesino seguía viviendo la explotación de los terratenientes. Con el objeto de construir la Carretera Marginal de la Selva, Belaunde inició un proceso masivo de deforestación. Varias comunidades nativas fueron desalojadas a la fuerza. Sus hogares y campos de cultivo fueron incendiados para construir carreteras y facilitar la operación de las compañías madereras. El abuso y encarcelamiento de nativos Amazónicos fue constante. Recordé todo esto y creía que por estas razones mi compañero de asiento se molestó cuando le pregunté si es que votaría por la “pala”, pero no, lo que me dijo iba más allá de una simple visión política.
Manuel es un ex sobreviviente de la matanza que se cometió contra los pueblos que conforman el territorio Matsés durante el primer gobierno de Belaunde, a principios de 1964. Efectivamente, a principios de 1964, algunas tribus Matsés atacaron a una compañía maderera ilegal que invadió su territorio, en las orillas del río Yaquerana. En dicho enfrentamiento murieron dos personas. Enfurecido, el presidente Belaúnde convocó a la Fuerza Aérea. Para esto, la International Petroleum Company (IPC), filial del imperio de los Rockefeller, había asistido a la Fuerza Aérea a fabricar NAPALM (letal bomba incendiaria usada por los Estados Unidos en Vietnam). Belaúnde dio la nefasta orden de aniquilar a las tres tribus Matsés de la región. Los helicópteros sobrevolaron la zona y ametrallaron a hombres, mujeres y niños indefensos. Los que lograron escapar fueron finalmente calcinados por el fuego del Napalm, a excepción de unos cuantos como Manuel y su familia, que logrando escapar a tiempo no encontrando la trágica muerte. Los medios de comunicación reportaron el suceso como un triunfo de la “civilización” sobre la “barbarie.” La revista ‘Caretas’ de Enrique Zileri (amigo de Belaúnde) calificó a los nativos como “más sanguinarios que cualquier piel roja.” Meses después, Belaunde condecoró con un almuerzo al líder de los madereros ilegales. El apoyo gubernamental incentivó a que los madereros ilegales perpetraran más atrocidades en contra de los nativos.
Actualmente Manuel vive en Yaquerana, y va siempre a Requena a visitar a sus familiares. Termina de contarme esta historia, su historia y nuestra triste historia. Llegamos a Iquitos, lo sigo viendo cansado y con garras para seguir defendiendo lo suyo. Manuel se despide, tal vez nunca más lo vuelva a ver, pero me quedé con su historia, que es parte de nuestra historia, y que muchas veces no negamos a ser parte de ella.