En su reciente visita a Iquitos el presidente de la República, Martín Vizcarra, se mostró preocupado porque la llamada capital de la Amazonía peruana vive sufriendo con la escasez del llamado líquido elemento. “Cómo puede ser posible que estando rodeado de ríos tengan el problema de abastecimiento de agua potable. Es increíble”, indicó poniendo cara de sorprendido.

Lo cierto es que yo ya perdí la cuenta, desde que tengo uso de razón, de las veces que nos ha visitado un jefe de Estado. Desde Belaunde -en su primer gobierno-, pasando por las dictaduras militares de Velasco y Morales, hasta García, Toledo y Ollanta. Todos con sus discursos bajo el brazo sobre este tema concreto.

Recuerdo que fue el general Juan Velasco Alvarado, quién mandó a cambiar los tubos matrices. Toda la ciudad, el centro específicamente, mostraba tubos enormes de fierro apilados, unos gigantescos canutos de color negro donde de niño jugábamos a las escondidas.

Cuadrillas de trabajadores abrían grandes zanjas en las calles, muchas aun de tierra, para armar la red de agua potable. Los vecinos felices. Escuchaba a mi abuela Isolina cuando conversaba en el barrio, decir que el “chino” -así llamaban al dictador de turno- se estaba portando con Iquitos.

Luego, mis ojos vieron cómo se desmontaba el tanque de metal que estaba sobre el cerro Palmeras, mientras simultáneamente, a pocos metros, se levantaba otro mucho más grande en el interior del Fuerte “Soldado EP Alfredo Vargas Guerra”.

Claro, en los 70 y 80, en Iquitos no padecíamos como ahora con el agua potable, es más, muchas familias tenían pozos dentro de sus viviendas. Se imaginarán que la vida en ese sentido era más llevadera y placentera. Luego se prohibieron los mismos, por cuestiones de salubridad, pero para nadie era un secreto que para Sedaloreto esto era una competencia.

Así pasaron los años, mucha agua corría por el río frente a la capital loretana, al mismo tiempo que por su crecimiento urbanístico desordenado iba secándose los grifos. Para colmo de males, la nueva bomba de captación en el río Nanay, ponía al descubierto sus deficiencias, desde el proyecto y construcción. Una vida corta, como toda obra que se hace a la ligera sin planificación. O sea, a la paporreta.

A finales de los 90, la empresa responsable de brindarnos agua ya hacia agua. Hasta que llegó el proyecto de mejora del servicio de agua potable para Iquitos, una empresa brasilera de nombre Odebrecht se hizo conocida. Los iquiteños veíamos como se levantaban, como humishas en carnaval, los famosos R. 1, 2, 3, 4… Cuantos hicieran falta se iban a levantar. Con 11 o 12 más que suficiente decían los expertos e iluminados.

Llegó el momento de inaugurar, consecuentemente de sentir la utilidad de esas obras. Hasta el SIMAI, se encargó de construir algunos de ellos. Todos felices, todos contentos. Principalmente las autoridades de ese entonces.

Tanto fue el entusiasmo desbordante de los alcaldes que uno de ellos soltó la famosa frase durante su discurso inaugural: “Hoy vamos a poder bañarnos en ducha hasta en un quinto piso”. Desatando la algarabía de los vecinos que participaban de dicha ceremonia.

Febrero de 2019, seguimos madrugando por un balde o bandeja de agua. Otros esperan que llueva, unos más compran a particulares aguateros e incluso por cisternas a la misma empresa que nos tiene desabastecidos ¡Qué ironía!

Por eso, tras este rápido recuento, me agarró de las palabras presidenciales de Vizcarra. Le tomó la palabra, porque agua no se puede tomar. Y sí es cierto, es injusto e indignante que tengamos un pésimo servicio. Ni con OTASS o sin OTASS. Igual decimos agua dónde estás.

El ingeniero Martín Vizcarra puede pasar a la historia como el presidente que les devolvió a los iquiteños la posibilidad de abrir sus grifos, a la hora que quieran, y sentir que cae el agua potable a chorros.

Si no es así. Si tan solo pasa como un discursero más. Vamos, te propongo que nos tomemos una cerveza en alguna cantina con rocola, escuchando aquella canción de Los pasteles verdes, “Hipocresía”… Y hagamos un ¡salud! de rabia y frustración, cantando en coro aquella parte de “…morir de sed teniendo tanta agua…”.