Escribe: Jorge Martín Carrillo Rojas
Aquellos usuarios de redes sociales que nieguen haber escrito la frase “Isla Bonita”, al referirse a la ciudad de Iquitos, son simples mentirosos. Este columnista alguna vez lo hizo, como muchos. Si me preguntaran si lo volvería a hacer, mi respuesta sería no.
Creo que nadie en su sano juicio, más allá del cariño y amor a esta ciudad en la que nació o eligió para vivir, podría calificarla, por ahora, Isla Bonita. Claro que sí quisiéramos que lo sea. Pero, así como está, si la miramos y no nos mentimos, nos daremos cuenta que somos una isla en abandono. Una isla llena de basura, una isla con calles destruidas, una isla que ante una lluvia fortísima y de minutos, se convierte en un río sobre cemento.
No hay que quererse como ciudadano, sobre todo iquiteño, para seguir callados y pasivos, ante la inercia de las autoridades. Ante la burla de aquellos que, faltaba que se arrodillaran, para conquistar votos. Quienes, una vez conseguido sus objetivos, se encapsularon en sus oficinas en modo Shakira: sordos, ciegos y mudos. Con el respeto a las personas con habilidades diferentes y no a quienes todavía se aprovechan del pasivo ciudadano iquiteño, sanjuanino, punchanino, belenino y demás pueblos y distritos de Loreto.
Cuándo carajo vamos a sentirnos orgullosos de las autoridades a las que confiamos el destino de nuestros distritos, provincias y regiones. Orgullo que no debe pasar por la publicidad que reciben algunos periodistas, para luego ser avestruces y pintarnos una ciudad y región maravillosa, por las licitaciones ganadas por “empresarios” que manejan a su antojo presupuestos municipales y regionales.
Isla bonita para el robo, la inseguridad, la basura, el maltrato a las personas, a los animales. Isla bonita para apañar los desfalcos en las entidades públicas. Isla Bonita para beneficiarse unos cuantos y el resto qué importa.
Si así algunos siguen calificando a Iquitos como Isla bonita, entenderé que nos gusta el sub desarrollo, que nos sigan viendo la cara de tontos, que sigamos con la basura en las narices, que vivamos en medio del polvo, que sigamos malogrando nuestros vehículos en las pésimas pistas, en cuyas “pésimas refacciones” está el “saca plata”.
Por lo menos yo y muchos otros nos atrevemos a decir que de Isla bonita no tenemos una pizca de arena, pero también ya no podemos estar como tontos viendo pasar a falsas autoridades que solo quieren llenarse los bolsillos.
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