El señor Carlos Burgos, el candidato desafiante que siguió en campaña pese a que el organismo electoral le sacó de carrera por mentir en su hoja de vida, se hizo más escurridizo y clandestino que nunca para salirse con la suya, El día del veredicto de las urnas del 2014 apareció ganando por abrumadora mayoría la alcaldía de Belén. Para una mayor contundencia de su victoria mostró un motor peque peque como símbolo de la campaña que nunca hizo. Su partido se llamaba El motor del progreso y calcaba algunas poses del saliente y saltante alcalde de ese distrito. El señor Burgos no pudo instalarse en el sillón consistorial porteño debido a la lógica oposición de los candidatos beleninos que se enconaron contra ese descarado violador de cualquier legalidad.
El señor Carlos Burgos instaló un servicio de serenazgo rotundo, con el garrote, para que pudiera tomar posesión de la alcaldía belenina. Desde allí continuó con su nutritivo programa alimentador que había impuesto cuando pretendía reelegirse en San Juan de Lurigancho. Esto era una campaña para imponer en el electorado de su nuevo distrito la costumbre de comer el barato y sabroso cau cau. El mismo enseñó a enseñó a preparar tan popular plato en los barrios de broncas, en las balsas flotantes, en las comunidades asentadas a lo largo y ancho del serpenteante río Itaya. Mientras hacía eso los que fueron abruptamente relegados presentaron sus respectivas denuncias y el señor Burgos fue vacado por primera vez.
Pero dicho señor se hizo el sordo y siguió gobernando. Era asombrosa la manera como el señor Burgos no hacía caso de la ley, y se hizo el tonto cuando el vacaron varias veces en un solo día. Eso, sin embargo, fue una tomadura de pelo, porque al mes apareció la sentencia de cadena perpetua por varios delitos a la vez. Pero el señor Burgos seguía gobernando sin que nadie pudiera hacerle nada.