Varadero

Está a 124 kilómetros de La Habana. En bus. Cómodamente, en dos horas y diez minutos de placentero viaje, uno ya puede disfrutar del sistema “todo incluido” –sí, hasta eso que todos ustedes se imaginan- y escuchar very good, very good que tanto norteamericano pronuncia mientras recibe un trago similar al que sorbía Ernest Hemingway. Varadero es similar a como se la muestra en las postales. Playa, bañistas de todas las edades, aunque más de aquellas que ya peinan canas pero que igual usan las ropas más atrevidas que la imaginación rechaza. Y uno solo atina a decir, latinoamerindio como es, beautiful, beautiful, baby.

Las playas de Varadero es el paisaje perfecto para todo aquel que quiera despercudirse del mundanal ruido de la ciudad de origen. El sitio ideal, con un poco de exageración, para desear la mujer del prójimo. Total, todo es recíproco en la vida, ¿no? La playa deseada–escuchando la chabacanería ilustrada de un tal Arjona- para despegar por el universo insustituible de la pasión despiadada que todo sitio exótico puede ofrecer. Estamos aquí –junto al poeta Vílchez- disfrutando de las ventajas del sistema capitalista en el corazón vacacional del socialismo. Y ni él –menos yo- soñamos que algún octubre de cualquier año conversaríamos de lo realmente maravilloso que es la amistad. Y que –con el fondo de botes y mujeres deslumbrantes- llegaríamos a la conclusión que más allá de amigos elegidos o de días del amigo que nos impone la comercialización de siempre hemos consolidado una amistad gracias a los libros, la literatura y que, como ella misma, la nuestra es universal y eterna. Así sea.

Porque así será, digo, mientras haya tiempo para la buena vida. Entendida la misma como una consecuencia lógica de la acumulación de buenas vibras. Y no es que uno crea que está descubriendo el paraíso. Nada de eso. Porque para paraísos, los de mi tierra. Sin duda. Sino que la lejanía, la ausencia de la amada, los kilómetros que nos separan de los seres queridos y las millas que nos recuerda la nostalgia, nos permite reafirmar lo nuestro. Y, como expresa el poeta en medio de esta arena caribeña de Varadero: “Mejor está Manacamiri, porque hasta caballos existen ahí”. Y, este pechito, que ya va por su tercer mojito –que tiene como ingrediente la yerba buena cuando en Iquitos usamos otro tipo de hierbas no solo para los tragos- no tiene argumentos para refutar y solo alcanza a decir: palabra de poeta.

 

1 COMENTARIO

  1. Cuenta hermano, eso que mi mente o pued imaginar. Cuelga unas fotos de varaderoo no has llevado cámara fotográfica. Una del poeta Vilchez en truza.jajajajajaj

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